La sinestesia es una variante de la metáfora que une imágenes procedentes de dominios sensoriales diferentes. Es el arte de tocar sin arañar, de saborear sin mojarse los labios, de convertir los sentidos en escuderos del vocablo que le acompañan al encuentro de la poesía. El alcance de impresiones sensitivas forma parte del corpus poético que enriquece la comunicación; la gasolina para estrofas deseosas de palpar la belleza en sus variantes expresivas.br
El haiku es una forma sinestésica abreviada y completa. El silencio es la voz huracanada del viento, capaz de arrancar amor, desengaño, locura o embriaguez de un texto decorado con sentimiento. La flor convertida en una sinfonía de olores invita a respirar con más entusiasmo. El guiño del semáforo camaleónico alegra la diversidad urbana. El pentagrama muestra una sinfonía de sonidos cromáticos igual que el verso alimenta el eco del alma en cada estrofa. Nos genera sentimientos impensables por el autor, se adecúa a nuestro estado de ánimo, camina entre brasas alteradas y descansa sobre aguas mansas. El poder alegórico de la música es agreste, alejado del sometimiento racional, aunque su gama tonal se componga de símbolos pautados con perfección matemática. Su percepción sensoria, a veces, se asocia a estados anímicos que descubren sonoridades azules en lo triste, una explosión volcánica en el deseo del ardor adolescente. La decepción grisácea capaz de conducir al suicidio también tiene espíritu metafórico.
¡Cuántas veces hemos insinuado que las canciones de Bruce Springsteen tienen corazón proletario! Born in the USA podría ser un hombre sin patria. La vitalidad eléctrica y tranquilidad romántica de Bryan Adams conmueven. Cuts Like a Knife o It's oly Love, junto a Tine Turner, son ejemplos de esa pulsión. Las portadas de los vinilos antiguos o algún resto de CD vagabundo respiran a través de la psicodelia de Robert Fripp con In the Court of the Crimson King o el sinfonismo conceptual que los británicos Pink Floyd desplegaron en Wish You Were Here: un altavoz de acordes limpios arrastrados por un viento final.
El músico que puede oír los colores y ver los sonidos ha alcanzado la perfección absoluta. Prince fue una paleta de matices transexuales mientras David Bowie se paseó por los escenarios con su heterocromía adquirida y una androginia que le hicieron percibir el mundo a través de su visión personal. En esta lista donde no caben todos los que son no puede faltar Jimy Hendrix. El genio de la guitarra eléctrica ideó su acorde propio, el C7#9 (que incluye las notas do, mi, sol, si bemol y re sostenido). Es conocido como The purple chord porque es el utilizado en el clásico Purple haze. Igual que la lluvia púrpura del Príncipe de Minneapolis. Las composiciones de ambos siguen sonando tan orgánicase, personales y evocadoras como el primer día. Las texturas sonoras se disfrutan en la suciedad del grunge popularizado por Nirvana. La voz rota de Kurt Cobain amplifica el sonido con vocación de claroscuro optimista y entregado en Come as you are. Smell like teen spirit nace gracias al desodorante que su novia Tobi Vail usaba y que, según Kathleen Hanna (amiga íntima de Cobain), había marcado al vocalista de la banda. La letra refleja una angustia adolescente llena de imágenes premonitorias y directas. Wagner coloreaba la escritura de sus óperas; Stevie Wonder se consideraba sinestésico, a pesar de su ceguera. Las referencias satánicas a personajes sombríos que Mick Jagger lanza en Sympathy For The Devil dibujan emociones. Kandinsky o Vincent Van Gogh pintaban sonidos.
Todos hemos querido paladear la música, devorarla; también hemos apreciado ritmo en los cuadros, empatía con una película. ¿Cuántas veces nos apropiamos de la frase de Dirk Clarke: ‹‹La música es la banda sonora de la vida››? Joni Mitchell la veía como arquitectura fluida y para León Tolstoi, ‹‹La música es la taquigrafía de la emoción››.
