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EXPLOSIONES SOLARES, UN CLARO DE LUNA Y UN CUCO
(Jean-Baptiste Robin.
Nueva edición del ciclo Bach Vermut.
Sala Auditorio Nacional, 14-noviembre-2021)

J. G.
(Madrid, España)

Jean-Baptiste Robin interpreta obras de los siglos el siglo XVI hasta el XVIII
   

La fuerza y energía caracterizan las piezas con las que Jean-Baptiste Robin ha abierto un ciclo de música clásica familiar y cercano. El maestro organista titular de la Capilla Real de Versalles encara decisivo y relajado el mecanismo construido por Gerhard Grenzing en una ceremonia que festeja los 30 años de su construcción e instalación. La música francesa ofrecida abarca desde el siglo XVI hasta el XVIII a través de una paleta de estilos y nombres coloristas. Su variación sonora se mueve en torno a las notas liberadas por teclas que dejan caer, como hojas doradas, notas contundentes junto a roces de musicalidad suave entre las sábanas de imaginación visual. Lo eclesiástico se combina con el recuerdo a los castillos vampíricos. Lo psicodélico convive con retoños de evocaciones tecno. La muerte se representa en forma de espectro con alma eterna. Robin culmina un concierto en el que época y estilos pasean de la mano en un viaje conducido por un hilo musical orgánico.

El concierto arranca con Bach alegre donde preludio y fuga generan notas de color enérgico e impulso dramático. Su nervio crece como gotas de una tormenta benigna con sonoridad diversificada. Al maestro turingio le sigue el punteado vestido de encaje que Jean-Baptiste Lully padre exhibe con suavidad galante en Variaciones sobre Marche pour la ce´re´monie turque. Los momentos memorables se arrastran con un paso inicial próximo a lo fúnebre que acerca la plasticidad de Le bourgeois gentilhomme, comedia-ballet, obra de Molière y Lully. El ritmo constante y acelerado se cubre de pompa regia. A pesar de que el compositor y organista Nicolas de Grigny tuvo una vida corta, su estilo saltarín y delicado se manifiesta en El Récit de tierce en taille como una oración recitada por el barroquismo de acordes potentes y finos. La intensidad aguda se deja abrazar por la cadencia que dedos sosegados imponen a las teclas que respiaran por cinco mil setecientos tubos de estaño y plomo. El ímpetu de La Sinfonía para órgano nº 6 en sol menor de Charles-Marie Widor abrasa. El maestro del filántropo y compositor Albert Schweitzer publica su primera obra sinfónica en los cuatro movimientos clásicos (allegro con moto, andante, presto y allegro con brio) en un momento dominado por la música sinfónica alemana. El teclado habla con dramatismo, los pedales buscan su parcela protagónica sin pisarse el terreno. El compás endiablado supera las pulsaciones permitidas por cualquier taquicardia, el éxtasis vivifica el sentido melódico de acordes que pueden identificarse con agresividad benigna. El Cantabile de Trois pièces pour grand orgue es dulzura capaz de arropar al silencio tierno con su armonía llena de luciérnagas. César Frank no esconde un amor aterciopelado a las progresiones melódicas.

Las caravanas de tuaregs que atravesaban la región del Teneré en el desierto del Sahara, al noreste de Nigeria, tenían al árbol homónimo un punto de referencia en un paisaje desértico. Chant du Teneré, la única pieza del repertorio personal, homenajea a la espiritualidad africana. La creación de Claude Debussy Clair de lune, perteneciente a la Suite bergamasque, es una sábana envolvente por su suavidad cristalina. Su impresionismo abandera la personalidad de su obra sinestésica. La agitación penetrante continúa con La Toccata de Louis Vierne, caracterizada por una angustia tensa in crescendo. La alteración se extiende hasta el Esquisse nº 2 en si bemol menor, op. 41 de Marcel Dupré, explica por qué se le conoce como el Paganini del órgano. El doble bis lazó un guiño a Albéniz y su Asturias, fresco como la tierra que describe mientras Capriccio sopra il Cucu, de Johann Kaspar Kerl, fue el complemento instrumental que mantuvo la importancia de la Naturaleza en este final. No hubo momentos superados en lo memorable sino que cada uno, con su respiración, hizo del instante un tiempo irrepetible.

 

 

J. G.

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Texto: www.photomusik.com © - Fotografía: Elvira Megías ©
 
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