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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

DÉBILES Y ANSIOSOS
Impresiones sobre el apagón eléctrico masivo en la península ibérica y otros países europeos
JGS

La luz se va en toda la península ibérica y otros países europeos
 

El hombre lo ha inventado todo, incluso hasta la inteligencia artificial aunque aún tiene que resolver su lucha contra los imprevistos. Las ideas han patrocinado sus actos. Tanto Hobbes como Rousseau vinculaban su naturaleza con el entorno social, incluso Platón entendía que el ser humano, sin la socialización, no tenía futuro porque su individualidad no le conduce a nada. Quizás pueda construir una burbuja personal más feliz a través de un ambiente carente de esa cordialidad que nos distingue de otra especie animal. La evolución de su equilibrio para crear una atmósfera infranqueable, capaz de enfrenarse a cualquier adversidad, debería haber sido una cúpula protectora que frenara el resquebrajamiento entre lo conocido y lo desconocido. Tenemos la costumbre de unir progreso tecnológico con evolución inmaculada, antitética al fallo, cuando vemos que, a medida que el tiempo se hace más viejo, su distancia se acrecienta. Lo que en un principio entendemos como trastorno fortuito lo interpretamos en forma de incomodidad malvada. El progreso no siempre es confortabilidad pero a ambos exigimos su presencia perenne, obligatoria, que merma nuestra capacidad de autosuficiencia. La fortaleza a la que debíamos aspirar, y reforzar, se ha convertido en el juguete de la maldad que sabe manipular nuestra debilidad acomodada.

Como si se tratara de un argumento de ciencia ficción, la catástrofe nos ha pillado desprevenidos cuando toda la península ibérica y parte de otros países europeos se han quedado sin luz. Los semáforos se han apagado trastornado el tráfico, el suburbano de grandes ciudades se ha parado, los bancos hacen huelga obligatoria, cualquier negocio ha visto como el parón forzoso se ha adueñado de su establecimiento… y todo ocasionado por un apagón eléctrico generalizado. Hemos comprobado que el caos forma parte del orden natural al comprobar la respuesta humana frente a la parálisis de su continuidad repetitiva; nos hemos inquietado cuando lo que ‹nos ayuda› a sobrevivir no responde: la tecnología. Los teléfonos móviles, nuestro segundo corazón, no funcionan; la gente revolucionada siente la magnitud del golpe al comprobar su fragilidad sin la dependencia de la máquina. ¡Qué débiles somos ante el monstruo que hemos creado: la dependencia a la lógica incontrolada por el hombre, que él la ha programado! Aquellos que vieron en la ruptura de su normalidad una ataque sin derramamiento de sangre pueden estar abriendo una puerta nueva a la conciencia belicista. Pero todo está por investigar en un momento donde sólo las hipótesis tiene cabida. Aunque no se tengan conclusiones por la prontitud de lo sucedido, estamos ante un arma desestabilizadora que no ha ocasionado escombros ni ofrece culpables a quien señalar como alteradores de la tranquilidad, o artífices de ataques aún oscuros en su definición. Sólo hay un culpable de todo: el caos.

La voz de la calle, tan sabia e ingenua, comienza a intranquilizarse cuando la sorpresa encuentra en el silencio la respuesta a sus preocupaciones. Es lo que un hecho sorpresivo tiene: la anticipación a la racionalización. Elucubrar sobre lo sucedido vendrá después aunque solemos anteponerlo. Si pegas un poco la oreja a las reuniones que pueblan cualquier arteria urbana, se escucha que hemos sido víctimas de un ciberataque, incluso algunas voces se atreven a personalizar este desaguisado: ‹‹Putin ha sido el culpable››. Se impone el estímulo fácil de la mente reduccionista. ¿Por qué no China, Irán, o el MOSSAD? ¿No estamos en un mundo globalizado donde cualquier fanatismo que quiera desestabilizar el mundo tiene carta blanca? Conjeturas que harían la vida feliz a Asimov, pero la simpleza de miras nos hace pensar rápido a quienes vemos en la sociedad del bienestar un derecho que no nos paramos a valorar excepto cuando se esfuma. La inestabilidad provocada por lo inesperado no es una tragedia irreparable aunque los daños ocasionados hayan sido cuantiosos. Mientras unos se agarran a un tiempo libre casual otros se apropian de su significación como trabajo acumulado y pérdidas millonarias. Vivimos en una ambiente donde la rapidez va por delante de la realidad y cuando no nos empuja a producir, cuando rompe nuestros horarios de rutina quejica, nuestra bomba interna estalla.
Por lo menos, la bandeja del correo electrónico personal no se llenará con recordatorios bancarios sobre el pago de la próxima hipoteca o facturas devueltas. Ambulancias y bomberos se comunicar en su lenguaje estridente entre agentes de movilidad intentando canalizar el tráfico como si el tiempo hubiera retrocedido a una película de Paco Martínez Soria. ¿Los lugareños de Orejilla del Sordete o de Calatañazor estarán igual de alterados.

 


JGS

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