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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

PODEMOS NO PUEDE CON SUS CRISIS INTERNAS
Las revueltas internas de Vistalegre II
convierten a la reunión de Podemos en un clon de Vandellós II

JGS

Roces en la II Asamblea Ciudadana de Podemos
 

Si los partidos políticos están condenados, y obligados, a entenderse; sus líderes internos también. A algunos se les ha atragantado la sed de poder en un cara a cara virulento e incómodo. La cúpula de Podemos se ha enfadado entre sí aunque Íñigo Errejón lo desmienta y Pablo Iglesias continúe en capilla dialéctica. Por lo visto, con intención de capear cualquier borrasca, el primero afirma que sus amistades internas prevalecen a pesar de las discrepancias externas. No importa que se lancen a la arena política como dos bestias codiciosas por el caudillaje que antaño condenaban como herejía de la verdad. Ese dominio del que ahora forman parte y que en sus comienzos combatieron con energía natural, cuando luchar por pertenecer a la rueda corrupta tenía sentido; ese caballo de Troya del que se sabían soldados. ¿Pensaron en algún momento que la guerra comenzada los llevaría al triunfo? ¿Calibraron la repercusión del combate?
Los votantes de Podemos que entendieron al partido nuevo como fuerza de combate para luchar contra el continuismo se han dado cuenta de que no es así. Puede sorprender a muchos, decepcionar a esa inmensa mayoría que ahora vaga por el desierto de la crisis económica en travesía solitaria. La formación morada, también en apuros, no puede salir del atolladero en el que sus luchas por dirigir la manada le han metido.

Es necesario que grupos políticos jóvenes aprendan de sus errores, que se sometan al fuego de la experiencia y que adquieran bagaje rodando sobre caminos intransitables no entre la limpieza alisada de folios entrecomillados. La cal viva felipista nos hace tanto daño como las purgas internas de Iglesias con sabor estalinista. Las cicatrices nunca desaparecen y se curan con dificultad.
Nacido al amparo del siglo XXI cibernético, Podemos desilusiona cada vez más, con lideres antagónicos que fagocitan lo construido gracias a una ansia acaparadora crónica. Ya no representa aquel latido entusiasta que el 31 de enero de 2015 tomó las calles e hizo del es ahora la voz de un movimiento fresco. Poco a poco, se ha convertido en un intento anémico de democratización. Lo que otros partidos han aprendido durante años, Podemos lo ha realizado en un cursillo exprés anual, desbordado por la refulgencia de unos resultados electorales con identidad de estrella cinematográfica. Le falta madurez, entereza, estabilidad, volver a insuflar esa creencia por la que pateaban el asfalto sin más bandera que la esperanza puesta en una nueva forma de hacer política.

Mientras se devoran entre ellos, se alejan del pueblo, emborrachados en sus rencillas. Ya son parte de esa casta que tanto han odiado. Es tiempo de que el maquillaje político no rompa su talante supuestamente revolucionario, e izquierdista -imagino- ; de que reconozcan haber caído en las garras de la casta demagoga. Las frases que ayer resultaban atractivas, incluso visionarias, hoy son insulsas. ¡Adiós, Podemos de las calles!; bienvenido el de los pasillos perdidos y las reuniones de Vistalegre, cargadas de parafernalia vocinglera.

Y mientras sus dirigentes se renuevan, el peso de Carolina Bescansa, marcando distancias con Pablo Iglesias, se pone en cabeza del pelotón sin ruido. El grupo parlamentario que mantiene Íñigo Errejón se esconde en la política de crowfounding, el lenguaje llano y desatado de un Monedero menos convincente que el descubierto en la Puerta del Sol, enganchado a las redes sociales. El empeño aguirrista convertido en pregonero, y embajador, del populismo enfermizo, se convierte en banderilla ligera ante la estocada de Vistalegre II.

 


JGS

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