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| CATALUÑA: EN TIERRA DE NADIE
El Parlament de Cataluña proclama su república esperpéntica
ante el desplante de Mariano Rajoy
JGS
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Rentabilidades presentes no garantizan dividendos futuros. Los bancos lo saben muy bien. La política lo ha aprendido y en Cataluña, el independentismo no es consciente de ello. La escena política española ha experimentado, a ritmo de montaña rusa despendolada, el desconcierto mayor de su democracia. Las amenazas verbales se cumplen protagonizando la crónica negra del entendimiento diplomático. Que el Parlamento de Cataluña proclamara la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) era cuestión de horas. Por fin se despeja una incógnita que durante semanas ha mortificado hasta al agnóstico político más acérrimo. Cataluña ha vivido desde el 1-O momentos de ilegalidad surrealista cargados de victimismo internacionalizado con intenso espíritu comercial. Cataluña nace en el rupturismo que ha contribuido a calentar un asfalto ardiente. La Cataluña de Puigdemont tenía ganas de independizarse. ¿Qué pensará hoy el funcionario, el pensionista, el parado o el joven al que se ha aislado en esta autodeterminación cuestionada? |
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El Parlament ofreció un acto televisivo de resultado previsible, pantomima de la política titiritera vestida de Democracia; idea revolucionaria del independentismo romántico retorcido dirigido por una testa cabezota. Los muchachos de Puigdemont se apoderan del himno catalán, símbolo de la lucha antifranquista, alzando Els Segadors como cántico reivindicativo de una infracción legal. La letra de Emili Guanyavents desafina en esta independencia edulcorada. ¿No sería lógico pedir derechos de autor al top manta secesionista?
El acontecimiento ha sido un paripé sin precedentes, la muerte del consenso parlamentario, la vuelta a un régimen senil maquillado de progresista y auto gestionable. La intención mal expresada de un levantamiento idealista ha sido empañada por el ideario monolítico de un separatismo pasional que unos pocos han impuesto por narices -o collons-. Es más fácil que el ciudadano de a pie ofrezca soluciones racionales capaces de superar el disenso de políticos tarados.
Urge reformularse ¿y ahora qué?, cuestionar la veracidad de una mentira institucionalizada por nombres (im)-propios que se han ganado el paso a la Historia gracias a su tenacidad volcada en el poder independentista. Cataluña todavía no es república aunque Puigdemont y Cía la han proclamado a los cuatro vientos. Unos se felicitan por un triunfo pírrico mientras otros afilan una esperanza que augura guerra pensando en la activación de un número diabólico: el 155 ¿o era el 666?
– Cataluña ya es republicana
– El 155 está en marcha
Ayer, nadie se aclaraba; seguimos en el caos. ¿Hay legitimidad en esta feria de posados momentáneos? Y todo dentro de un viernes de gloria y calvario.
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España se adentra peligrosamente en el ojo del huracán o en la boca de un agujero negro mientras otra puerta estelar ha sido derribada. La patada de Corcuera contra la justicia suena a ridiculez sonrojada.
Carles Puigdemont, maestro en el lenguaje confuso, ha sido el césar de un acto con más carga simbólica que valor legal. No hay enfermedades sino enfermos. Fernando Díaz-Plaja afirma en El español y los siete pecados capitales con elocuencia intemporal: ‹‹El español adapta siempre las leyes a su personalidad y nunca lo contrario›› Esta DUI es la tapadera del fascismo aplastante, la derrota de una batalla mal dirigida por un Mariano Rajoy irresponsable como gobernante español. 70 votos han constituido la república catalana dispuesta a dar más batalla que sorpresas. No hay fronteras, no hay solidez política, su diplomacia no existe, su poder económico depende en gran medida de Madrid, la burguesía catalana independentista es una especie en extinción. Y la fuga de empresas (1.300) continúa en Cataluña. ¿Es momento de la defensa callejera? |
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