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| EL DÍA ANTES DE UN 8 DE MARZO QUE MOVERÁ PILARES
Movimientos previos a la celebración nacional del Día de la Mujer
JGS
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Es normal que nos alegremos por los logros que la mujer ha conseguido en su lucha social pero no debemos mirarnos el ombligo autocomplacientes. Entre este alborozo de alcance reivindicativo, las leyes actuales no son suficientes porque no cambian estructuras. Desde el momento que la reforma legislativa tonifica los pilares del papel político femenino, la euforia mata la sensatez. El silencio se rompe a través de la denuncia: la denuncia sexual, la denuncia laboral, la denuncia social. Algo se está moviendo; sí, es verdad que, afortunadamente, el sentir popular está mudando de pelaje. La mujer debe ponerse al frente del relato social sin zancadillas ni favoritismos. No se la puede usar como página de actualidad para arrinconarla un día después de la fiesta. Por eso, yo, el 8 de marzo no celebro nada especial que no reivindique cada día, cada semana, cada mes y cada año. La mujer no sobrepasa al hombre en derechos, se la deben reconocer los que históricamente le están vetados. Somos iguales en obligaciones, el respeto es un trayecto con sentido doble. Para compartir hay que conseguir sino, se juega en inferioridad. |
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Me preocupan esas mujeres que no pueden hacer huelga porque están encadenadas al desamparo general, las que se encuentran desprovistas de sombra. Son las que mendigan por la calle; las que han huido de su país y encontramos en el metro; las mujeres que, con críos de la mano, rastrean una migaja de solidaridad por parte del ciudadano corriente; las mujeres gitanas subyugadas por leyes decimonónicas; esas mujeres silenciadas por la prepotencia racista; las que son pegadas, violadas o a asesinadas. Ser mujer es tan hermoso y tan duro como un parto sin anestesia. Ser mujer en el siglo XXI significa romper las fronteras geográficas e idiomáticas para unirse en las morales. Ya es hora de aparcar el cinismo que defiende la igualdad cuando estamos entre amigos mientras seguimos cultivando el machismo en el entorno privado, alejados de los focos sociales.
Las manifestaciones, a la vez que responden a un sentimiento colectivo, se utilizan como termómetro social y cazador de titulares. ¿Cuándo dejará de ser el 8 de marzo una fiesta de almanaque y se convertirá en recuerdo histórico? O, como los concursos mediáticos dicen: ¡prueba superada! Yo no celebro un 8 de marzo especial, ni repetitivo, porque, en mi calendario, siempre es este día. Y, que quede bien claro, distinguir entre hombres y mujeres es el principio de una discriminación: ayer, hoy y mañana.
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Me preocupa la euforia que se derrochará dentro de unas horas, con permiso de Clara Campoamor, que sólo busque la foto. Me incomoda el destino fatal de los cadáveres perdidos con nombre de mujer. Me intranquilizan sus ausencias indeseadas convertidas en estadísticas, el quejido silencioso de Paz Fernández Borrego en el embalse de Arbón, Navia. Me inquieta el paradero desconocido de Lorena Torre y de Concepción Barbeira, sin noticias desde el 2 de marzo.
Mientras, ante la inquietud constante, a Cristina Cifuentes se le ocurre festejar el 8 de marzo con una huelga a la japonesa. La doble presidenta madrileña que cuida de sus ciudadanos desde la Puerta del Sol y Génova, mujer motera conocida, mañana será una feminista reivindicativa a piñón fijo ‹‹para avanzar en igualdad y disminuir la brecha salarial, que es totalmente intolerable››, ajena al zurriago que fustiga por encima suyo, de apellido Rajoy. |
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