Paul Conroy, después de sufrir un secuestro, despierta enterrado vivo en un viejo ataúd de madera. Además de poco espacio y aire, sólo poseía un teléfono móvil y un mechero. El argumento de Buried resume la angustia de alguien que se encuentra indefenso entre la vida y la muerte. María José Carrasco fue diagnosticada de esclerosis múltiple hace 30 años. Los últimos días se han convertido en un suplicio mortificador. La complicidad con su marido no se separó de ella hasta el último deseo: ayudarla a morir de manera asistida. Este pacto es la prueba de un amor por encima de la vida; alcanzó lo inalcanzable para la justicia: comprensión. El suyo fue un desenlace silencioso hacia el vacío mientras la hipocresía sigue campando con libertad de moral eclesiástica. |
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Cada uno puede pensar y defender lo que quiera, pero no puede, ni debe, imponer conductas. Nos queremos lavar la cara con oratorias sobre el sufrimiento teorizado ante la defensa ética de una vida maltratada. Penalizar la eutanasia es un maltrato que deja en pañales a la violencia de género. La discusión parlamentaria sobre el derecho a la muerte digna se ha paralizado por el anticipo electoral que ha impedido su despenalización urgente.
La eutanasia ha llenado los folios de las propuestas votantes mientras los partidos andan enredados en trifulcas plebiscitarias. El vídeo de la discordia, con las palabras entrecortadas de María José, ha alimentado las zancadillas políticas que están obstaculizando una regulación sobre la eutanasia mientras el PP criticaba a Pedro Sánchez por su mensaje con vistas al 28 de abril. |
De la misma manera que nos plantan en el mundo sin pedirlo, es razonable elegir el final de una travesía cuando se hace insoportable. Los cuidados paliativos no deben servir para que los vigilantes morales sacien su juego de tronos colgando calaveras como un galardón a la respiración asistida. La muerte forma parte de la evolución humana mientras su miedo es involutivo. Nadie la desea, pero ¿qué ocurre cuando la enfermedad se complica de manera canalla? Cuando se convierte en amiga forzosa de convivencia incompatible; cuando absorbe la vitalidad con una degeneración progresiva y palpable. ¿Merece la pena respetar la vida sin enfrentarse a la muerte? Dejar morir es aprender a vivir más allá de la respiración biológica. Dejar morir es apreciar la paz individual, amar al prójimo, mantenerlo vivo en el recuerdo imborrable. ¿Por qué prolongar más la agonía de una ley que permita la eutanasia? |
Ángel Hernández ayudó a morir a su mujer, la quiso más que nadie porque la acompañó hasta su último deseo: matar el dolor. Sobre él pesa la supuesta comisión de un delito de cooperación al suicidio. Nuestros políticos, curtidos en luchas intestinas entre progresistas y puritanos, hacen del enfermo el juguete de su infantilismo mientras proyectan sus pasos hacia la luz eterna del voto. Su reivindicación, ocultada con desprecio e ignorancia, exige ser escuchada para que el calvario terminal no se exhiba en la vitrina del asesinato político cargado de vaselina humana. |
La ley que despenalice la eutanasia no puede permitirse el lujo de la espera. Su prohibición es nazismo legal que prolonga el quejido. Es una cuestión de vida o muerte. Hay que tomar conciencia sin partidismo.
Somos más débiles de lo que pensábamos al seguir haciendo de la muerte el enemigo de la vida. ¿Lo sabremos algún día? ¿Se darán cuenta los gobernantes de que esto no es un sainete? Hubo un tiempo en el que las mujeres españolas tenían que escaparse a Londres para abortar, ¿también tendremos que huir de España para poder morir en paz? |
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