El amor hace sentirnos mejor, su falta nos recluye en los libros de auyoayuda. El amor no es materia didáctica, su carencia no se suple en lectura de una hora. El amor no desaparece, cambia de color; un beso enamorado siempre sabrá a miel, los de Moccia viven esa luz redentora envueltos en adolescencia. La juventud es una cuestión de aptitudes, de buscar la madurez en la espontaneidad. La diferencia de edades dibuja un fantasma latente. También hay aspirantes a olvidar su rutina matrimonial, amantes silenciosos y cuernos asustados.

El amor no es traicionado, las personas se traicionan entre ellas.

La película de Moccia resulta una comedia ágil e intuitiva.
El amor es propicio para nacer en cualquier encuentro. Un dardo que se instala en el corazón convirtiéndose en fluido corporal: dos personas conectan de manera inconsciente generando un flechazo inicial. Se adueña de las vidas como un ocupa bien acogido. El amor es símbolo de la juventud expresiva; Niki, artífice de la seducción, el rechazo a la norma.
Las disquisiciones morales sobre el amor y la edad huelgan debido al carácter fresco de este relato. La picadura del amor incide fantasmal en la sangre caliente de su víctima. El amor crea inseguridad cuando creemos no tenerlo controlado.

La vida es un proceso de reflexión y paciencia.
Amar es apostar por un sueño que desconoce su desenlace.
En el proceso denominado vida todos vamos cambiando. De una u otra forma, nos acoplamos. Mejor vivir para morir que morir sin haber vivido.

Moccia es escritor antes que cineasta. Su obra “Perdona si te llamo amor” ha cautivado los corazones de adolescentes que vieron en él una tabla a la que agarrarse ante la incomprensión paterna de su amor, sobre todo cuando está marcado por la diferencia de edad. Moccia convierte este guión en un idilio sin ánimo de ahondar en los recovecos de una problemática sociocultural.

Raoul Bova en el papel de Alessandro Belli (Alex) y Michela Quattrocioche como Niki trazan el camino de una relación divertida que lentamente va dando a luz. “Perdona si te llamo amor” es una historia de cotilleos y de intimidades. Incapaz de reprimir sus miedos ante el deseo que al principio ve incoherente, el raciocinio se rinde ante la seducción.

La historia se repite: chico conoce a chica -por puro accidente-, nunca mejor expresado. El amor va apareciendo como un Cupido invisible cuya presencia se adivina.
El amor es una droga reincidente, crea adicción igual que la infidelidad. El amor no responde a ningún cálculo matemático, el amor altera y estabiliza la atracción.

“Perdona si te llamo amor” lleva el subtítulo de “El fenómeno Moccia”, un riesgo cada vez más abusivo. Su incursión en el cine proviene de la literatura. El fenómeno Moccia no es algo novedoso, convirtiendo un éxito literario en boom cinematográfico, con la rentabilidad por delante.

La banda sonora que ha compuesto Claudio Guidetti está avalada por sus colaboraciones con Umberto Tozzi, Laura Pausini, Toquinho o Eros Ramazzotti. La música contribuye a establecer un clima romántico, recogida en la caricia del idioma italiano, con la salvedad, bien acoplada, de “She's the one”, éxito de Robbie Williams. El ideal de forever love habita en Moccia buscando vivir el presente, contagiando su belleza a la madurez esquemática.

Llamar amor a alguien implica la escenificacióm lingüística de ese sentimiento palpitando.
Moccia ha parido una comedieta de fácil digestión, acaramelada y entretenida.