El resultado de mezclar la novela de Yoram Kaniuk con las imágenes de Paul Schrader levanta pústulas de un pasado violento produce un cóctel explosivo con sabor a medicina siquiátrica. Su educación calvinista, ¿querrá reencontrarse con un ayer brumoso o lavar el recuerdo del tiempo que jamás podrá ser borrarse? El regreso al infierno de quien tuvo que someterse a las intenciones burlescas del nazismo para salvar su vida dibuja dimensiones aterradoras en la tranquilidad de la locura. Adam resucitado restaura el espíritu de George Cukor infundiendo la esperanza de vivir en una cárcel hasta la rebelión final.
La incomodidad está presente en forma de revisionismo metódico que no busca curar la memoria. La dureza muestra imágenes estudiadas en la violencia descubre el mundo oscuro del pasado inolvidable; aquel que intentamos esconder (o del que queremos escabullirnos); el mismo que nos persigue precipitándose al existencialismo autodestructivo: también lo llaman supervivencia.
El centro Rebeca Setzling, dirigido como un recinto de encarcelamiento experimental, es la cara de las heridas desahuciadas, del abandono. Es un zoológico de monstruosidades donde la pesadilla recordatoria es la banana que alimenta la angustia, el espejo de las secuelas que desarman al hombre. Adam Stein (Jeff Goldblum) exterioriza la turbación con mezcla de presente y pasado. Su mundo galopa entre lo alucinógeno y lo asesino; las cicatrices del recuerdo y la vigencia presente.
La sucesión de evocaciones anteriores crea un maratón sin meta. El contacto con un entorno reclusorio sustenta los ladrillos de una casa anclada en el desierto de una vitalidad salvada por la filantropía de su fundadora. |
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Una trilogía macabra dirige indolente los pasos de Adam con ímpetu corrosivo y salvador: la participación en el Holocausto, el descubrimiento de un niño salvaje en su campo de concentración, el reencuentro con su hija enterrada en una tumba humilde. La sumisión y el coraje se enfrentan al carnicero de la cotidianeidad. |
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El ilusionista que maneja al resto de pacientes ha sido marioneta del sadismo nacionalsocialista en otra etapa. Adam resucitado juega con la fuerza delirante que no desparece, la inferioridad y el optimismo, el cambio de papeles en la Historia. El muñeco se convierte en dominador y el mago en títere. El instinto rastrero impone sus condiciones para negociar sobre vivir o morir. La venganza no implora al pasado sino que el poder define el momento. La maldad del comandante Klein (Willem Dafoe) concede el perdón aplicando una rutina vejatoria. Es un Lucifer terrenal vestido de obsesión. Adam es la víctima del odio patológico, el ejecutor de la banda sonora a las puertas de los hornos crematorios. La regresión viste de aire tétrico una visión que azuza la mente del espectador. El contenido de este largometraje incómodo necesita una digestión reposada. Adam resucitado es poesía escrita con carbón, una historia desgarrada de amistad y aislamiento. |
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