Pasajera y añorada infancia. Quien no recuerda aquellos años en los que somos capaces de convertir en sonrisa una mota de polvo y valoramos las travesuras con una carcajada sonora. Pánico en la granja es una película traviesa como ninguna; los embrollos son el corazón de un motor conducido por humor cotidiano y el absurdo de unos personajes conscientes de sus locuras. Original y surrealista. La belleza de este mundo se apoya en sus protagonistas plásticos. Su identidad cabalga entre el gamberrismo de Cowboy e Indio y el romanticismo de Caballo. Color travieso.
La acción se masca en cada barrabasada. La vitalidad actúa como hilo conductor contagioso. Donde Julio Verne sembró el misterio, los personajes de Stéphane Aubier, Vincent Patar cultivan el caos en cada movimiento, con cada palabra. |
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El encadenamiento de las travesuras en este mundo Playmobil despierta la vida basada en el caos. Alegre caos. La persecución es trepidante. El mañana ha encontrado en una granja particular la motivación para amanecer distinto, sorpresivo. Las imágenes que dan textura a Pánico en la granja construyen una parábola de fenomenos alucinógenos. La utilización de la técnica Stop-motion acelera los entuertos, se disfruta de un movimiento cardiaco.
Crear toda esta realidad animada supone una gran responsabilidad para el doblador ya que de las voces que -en la versión original- imprimen carácter a Cowboy o Indio depende el triunfo o el batacazo de esta producción singular. Su animación huele a plastilina pese al cartonaje de un caballo con corazón para enamorarse. |
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Los malos humos exhiben comicidad. Se agradece la corrección en el lenguaje por parte de unos personajes que llegan a dejarse querer, aupados por el sentimiento de ternura que desprenden sus recuerdos. Seres comunes mezclándose con sujetos inusuales, algo deshonestos. Su extravagancia no les hace invulnerables al caos provocado por los humanos. Este mundo se encuentra plagado de expresiones exageradas, gags fluidos dentro del lenguaje más sencillo, sin doble intención ni resbalones. Estampas de belleza onírica sobre un paisaje nevado; princesa y príncipe abrazados gracias al ballet. Sapiencia de semblante asnal, decorado vacuno, inundación de peces con fisonomía lunar. |
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Es el momento de sentarse y disfrutar de lo absurdo en una dimensión cómica. La animación adquiere cariz hogareño, con calor y repleta de brillo móvil. Gracias a Pánico en la granja llega la hora de reivindicar un hueco para el cine animado sin intereses comerciales. Si está poco demandado es porque no se ha prodigado en auparlo hasta donde se merece. Depende de la industria. Imaginación no falta.
Pánico en la granja no es una película diseñada para crear taquilla sino para atraer adeptos a una animación cercana. |
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