Lo nuevo de Vicente Arana regala pasión animal en una sociedad convulsa, marcada por el franquismo de 1970. Su vigésimo quinta película es una adaptación cinematográfica de la novela homónima que Mempo Giardinelli escribió en 1983. Giardinelli define “Luna caliente” como una metáfora de su patria, Argentina, donde el estupro representa la violación de su país en un periodo dictatorial.
Aranda se centra en la objetividad de una relación pasional, alejándose de la ternura.
Este relato de explosión impulsiva y maquiavélica consigue centrar al público en su marco histórico (el proceso de Burgos) con impacto visual, parco en palabras: premisa definitoria del lenguaje cinematográfico.
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El Chaco se sustituye por Burgos y el golpe militar que proporciona el poder al general Roberto M. Levingston por un juicio sumarísimo contra el terrorismo etarra. Vicente Aranda lo ha aprovechado de una manera inteligente, mostrando a unos personajes que sobreviven entre el arrebato y la miseria de su servilismo. |
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Las imágenes de “Luna caliente” son fieles al texto original con pulcritud; novela y película se apoyan, intercambiándose los papeles: la pluma se convierte en elemento gráfico y la imagen proporciona una constante narrativa bien puntuada. |
Vicente Aranda parte de una novela negra para convertirla en una película gris; lo que tiene sentido aplicado a la mente de Juan, protagonizado por Eduard Fernández, un personaje oscuro. De vida anodina, es fagocitado por un instinto indomable. Su protagonismo prefiere pasar desapercibido en un ambiente donde el incógnito cae en sospecha del Régimen franquista. No se moja con el compromiso político a pesar de su condición de resistente privilegiado; vaga ajeno a la realidad, presa del pronto animal. |
Es la antítesis del exiliado patriota: un cuerpo inestable que huye del partidismo. Un mártir de su existencialismo, plagado de remordimientos y sexualidad estratosféricos.
La rutina del aburguesamiento familiar, abrazado con una fidelidad aparente, está encabezada en solitario por un grande de la interpretación como Emilio Gutiérrez Cava. Su Doctor Muniente es la dualidad Dr. Jekyll-Mr. Hyde de Stevenson. Éste -borracho nocturno- y Aranda, guardan una conexión de mención liviana en la película. Ambos ayudaron a escribir la historia antifranquista formando parte de Los 300 de Montserrat (artistas e intelectuales catalanes que, el 12 de diciembre de 1970, se encerraron en la abadía de Montserrat pidiendo la amnistía política y el derecho a la autodeterminación), convirtiéndose en rebeldes generacionales. |
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¿Cómo hubiera sido contada esta anécdota en su película siendo Vicente Aranda el narrador, en vez de dirigirla?
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Esta historia de amor descabellado está rodeada de los ideales izquierdosos defendidos sobre el terreno por Cristina (Carla Sánchez), una mujer que reniega de su feminidad trabajando en la ilegalidad política de un paréntesis histórico para la Democracia española. Su compromiso se contrapone a la mujer explosiva que es Ramona (Thaïs Blume, una de las chicas de la serie “Sin tetas no hay paraíso”). No piensa, actúa consecuente con su sexo. Es prototipo de la hembra joven y poderosa, manipuladora; fría y caliente. Vicente Aranda la define como “una mujer que se enfrenta de manera valiente a su sexualidad reconociendo que una violación, en la cual ella ha elegido al violador, le ha gustado”. |
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La idea de violación aparece como uno de los ejes sobre los que rota la película: violación física consentida, violación moral, violación política... La masculinidad estable se ve trastornada e indefensa ante la conquista provocadora de esta pesadilla femenina.
Objeto de deseo en la oscuridad, primero; ...
No es una película sobre bajos instintos si no que aborda la lujuria escondida que muy pocos se atreven a desatar, llevándola hasta las últimas consecuencias.
En “Luna caliente”, Vicente Aranda narra la vulnerabilidad del hombre como macho. |
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Todo transita por una atmósfera llena de colores desvaídos, donde la pigmentación nocturna es cómplice de los instintos que desata. Ramona posee una personalidad difícil de psicoanalizar por sus giros, es el fracaso de las teorías freudianas; hace guiños a Bigas Luna en “Lulú” y confraterniza con “Lolita”, de Stanley Kubrick. Paradigma del éxtasis caótico, choca con el voyerismo de un policía arribista, casposo y lameculos encarnado por José Coronado, cuyo empeño es agrandar la confusión del protagonista. Su amabilidad apesta a prepotencia controlada, sádica. La interpretación de un José Coronado camuflado por el equipo de maquillaje no pasa inadvertida. Se aparca el cliché de guapete y resultón siguiendo los pasos de Ricardo, el comisario corrupto que interpretaba en “El Lobo” (Miguel Courtois). Las referencias políticas (ETA y el franqismo) hacen de la película elementos atractivos por su proximidad al público en tiempo y espacio. |
Un asesino no resulta interesante si no se le tilda de subversivo. La mente dictatorial sólo está interesada en la violación moral de la Historia. |
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El ingenio de Vicente Aranda pone las imágenes del proceso de Burgos como telón de fondo para una historia donde la pasión más instintiva tiene que batallar con la manipulación del deseo y la duda ante lo que Edward George Bulwer Lytton denomina remordimiento: “Remordimiento es el eco de la pérdida de una virtud” |
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Ramona encarna la sexualidad desarrollada hasta límites insospechados, nadando entre lo depravado y la libertad sexual.
Thaïs Blume sabe unir su potencial físico al trabajo como artista segura e inteligente. Ramona es una madonna renacentista, frágil y sofisticada, con olor a calor húmedo. Sus ojos son dulces, su mirada lasciva. |
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El ambiente semi burgués de una familia paternalista la llevan a actuar como áspid del sexo provocativo y peligroso. El personaje que encarna Eduard Fernánez -fantasmal, de acusación izquierdosa, sin militancia alguna- sólo reacciona bajo los imperativos de su sexualidad desatada, esclavo de la duda y el deseo. |
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La mente primitiva de asesino es destapada por la maldad maquiavélica del sexo ninfómano y posesivo.
Un recuerdo al tormento de los hermanos Karamazov, en el que se propone una liberación de los remordimientos para alcanzar el estado de conciencia tranquila, si es que existe una definición exacta de este término, ante una relación donde mandan los instintos. |
La adaptación que Vicente Aranda hace de “Luna caliente” es una mutilación orgánica donde la pasión continúa abierta, como el sexo de Ramona.
El protagonista masculino, Eduard Fernández, una mezcla de duda kafkiana y remordimiento culpabilizador. |
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