Cuán dificultoso es no traicionar a la honestidad mientras gracia e imaginación quieren cohabitar en un mismo espacio. Presentía la tensión al aguantar descargas de fogosidad meteórica. Acallé el pálpito frente al cebo de la metáfora lingüística; hasta pernoctar en la arritmia convulsiva de la iteración mediocre.
No busqué yacer entre los brazos de Morfeo, mecido por el flujo de las metáforas periódicas. Miguel Ángel Lamata fue mecedora; iniciándome en un estado hipnagójico latente. Si a alguien le tranquiliza, ¡nunca llegué a cerrar los ojos!
Lamata es de fácil ubicación. Basta recordar sus dos trabajos anteriores (“Una de Zombis” e “Isi & Disi: Alto Voltaje”) para adivinar la guisa del tercero. “Tensión Sexual No Resuelta” es fiel a su director, cultivado en las artimañas macarras.La tensión se transforma en una marca registrada de la casa; intenta agarrarse al salvavidas del enredo buscando una brizna de decoro fílmico.
El acrónimo “TSNR” despierta el poder del lenguaje no verbal. Rascarse la cabeza es feo y sintomático de indecisión o despiste. Lamata ha conseguido que el champú anticaspa se vuelva a poner de moda.
Subyacente a la calavera shakespiriana, las neuronas del espectador se vuelven flácidas en un sueño tántrico que huele a fosfatina. “TSNR” no levanta una mueca de risa compasiva -alguna carcajada tontorrona- dentro de un guión que bien puede acabar oliendo a bocata de calamares mezclado con fetidez de alcantarilla.
La fauna urbana circulante por la pantalla es de lo más variopinta: desde oscuras mata-hombres hasta una adolescencia trepa, conocedora de la debilidad humana, pasando por barbies, engulle-estroides de escondida sexualidad y bebitos disfrazados de tipo duro.
El cine reproduce la vida con ese guiño sutil que convierte la realidad en magia, tintándola de odio o amor. La chanza de “TSNR” se traslada a otra dimensión: es la carroña del lenguaje.
La película escrita y dirigida por Lamata luce de artificio montado entre amiguetes de profesión y negocio con el sano empeño de capear la crisis económica. Se sumerge en la comedieta flaca de ideas inteligentes (posible intención de sus creadores). Explorar líneas expresivas siempre es sano, abundar sobre lo manido: tóxico. La productora de Santiago Segura, Amiguetes Entertainment ha coproducido una cinta de vocación mercantilista. Un llamamiento desesperado a la taquilla farandulera que sabe decantarse por la línea fácil del subproducto. Gran conocedor de la audiencia masiva, S. S. es un lince para los negocios; su inteligencia hace que una zanahoria sujeta a un palo camine sola. El charm mediático se impone sobre el pelaje de sus trabajos.
Corín Tellado se reencarna acorde a los tiempos actuales.
Los adverbios funcionan como marcadores del discurso en boca de Miguel Ángel Lamata definiendo su película. Hete aquí una comedia -según el director maño- "románticamente incorrecta". Lo romántico es sombra y lo incorrecto, luz constante dentro de un cuadro sin lienzo. Se vislumbra una tensión modal acompañando al sustantivo tratado con mesura.
"TSNR” ahonda en la riqueza del castellano casero y explota hasta lo insondable la profusión de sus giros lingüísticos. Los personajes, discípulos aventajados de Camilo José Cela, escupen flatulencias por todos los orificios conocidos en el cuerpo humano. El diálogo en “TSNR” funciona como adalid del doble sentido: chiste e ironía.
Rebosa el onanismo mental retorcido, confeccionado para la risa f ácil y el chiste zafio. El embrollo lo customizas a tu gusto vía Facebook y saldrás ganado. El cine español, vuelve a perder. La mentira piadosa es un daño colateral que hace más digerible una verdad. En “TSNR” no cabe espacio para esta clase de mendacidad. Ergo, más palabras, sobran. |