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UNA MENTIRA INOCENTE
Película "La caza"
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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Entrevista a Thomas Vinterberg |
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Cuidado con los niños, aunque sea de manera preventiva. Cuántas veces nos hemos preguntado si su inocencia no encierra gotas de maldad; una maldad cándida (y cuestionable). Siempre malsana si se camufla bajo la mentira. Thomas Vinterberg consigue hundirnos por caminos turbulentos. Inocencia y malicia son manipuladas por una infancia privilegiada. Nos referimos a la infancia escandinava, habitante de una sociedad pudiente; un mundo feliz que vive sin complejos, aperturista y encerrado en su fortaleza aséptica. Un entorno evolucionado que muestra su vulnerabilidad de manera azorada y fascista. Sobrecogida. Una estructura no tan sólida en sus esquemas morales.
Sin darnos cuenta, estamos creando un monstruo a partir de una premisa que niega la presunción de inocencia. El dedo acusador de este ambiente límpido marca a un posible culpable como ejecutor de un suceso sin pruebas.
La voz de la infancia se enfrenta a la adulta en forma de venganza muda. Una fantasía macabra materializa este desquite bajo una capa de pureza mientras Vinterberg somete a sus personajes a un constante juego de miradas. Las imágenes apoyan cada situación con gestos descarnados. El fantasma de la pederastia origina actitudes traidoras en un drama donde la clave no reside en descubrir al culpable sino en aguantar la presión ejercida por sus personajes hasta el perdón final. El espectador experimenta el acoso de la contemplación, inmóvil. Se convierte en juez único. La angustia crece en un ambiente de violencia psicológica desnuda.
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La sobreprotección infantil nos conduce a falsos resultados de inocencia malvada. Thomas Vintenberg escarba en la imprudencia humana desde la palabra indefensa y frente a la inconsciencia de quien antepone sentimientos a la madurez pedagógica. El adulto tiene el poder de abusar sobre el menor y éste de manipular su inferioridad. Si partimos de su inocencia, se convierte en potencial agresor capaz de canalizar la ira contra un enemigo imaginario.
La sociedad que muestra “La caza” está organizada como una familia comunal armoniosa. Una cohesión que fortalece su solidez ante el dolor. El daño particular se convierte en general, aumentando su crueldad contra el acusado. Este paisanaje de sociedad estructurada en el bienestar moral encierra un grado culpabilizador que basa la acusación en falsedades. El papel de Klara (Annika Wedderkopp) es de una ternura malévola. Su fantasía enrabietada estigamatiza a un hombre. El cinismo social parte del entorno familiar como génesis del problema que encierra esta trama. La mentira es una llamada de auxilio sobre el hecho de que algo no funciona en este mundo idílico.
Lo incisivo de la película nos arrastra a contemplar la lucha entre un falso acosador y quienes lo acusan de un acto basado en palabras. |
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Cuando la sociedad se echa encima poco queda por hacer excepto defenderse de sus mentiras. Somos tan insensatos que, influenciados por los medios de comunicación, nos creemos todo lo que proceda de la boca de un niño sin cuestionar su veracidad. A pesar de ser redimido socialmente, una vez descubierto el error, siempre habrá alguien que siga apuntándote como una bestia infecta.
No tenemos derecho a juzgar a una persona en base a su historial amoroso. El pasado no cuenta en la vida de Lucas ( Mads Mikkelsen) hasta que una falsa acusación lo convierte en pervertido indeseable. El hombre servicial para la comunidad se trasforma en monstruo. |
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La crueldad y hermosura enganchan desde el primer fotograma hasta un final que deja las puertas abiertas a la inquietud. El acecho es una sombra que se mueve de manera impune, perfilando la estela del cinismo humano. “La caza” nos conduce por un calvario de irritabilidad social y mentiras absurdas. Esta sobreprotección deriva en terrenos descabellados. No es un juego; la venganza (infantil) planea amparándose en su inocencia. Una inocencia que alimenta la mentira engordada por los complejos y miedos adultos. Lucas es obligado a desplegar, como defensa, una lucha encarnizada contra su comunidad, descubriendo un mundo lleno de prejuicios. La palabra de Klara es primordial; su valor, inamovible. |
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La inocencia desnuda en la acusación de una criatura choca con la perversión atroz atribuida al adulto. Una pesadilla siniestra que bien se merece unos azotes o, al menos, una reprimenda. Ambiente sórdido y, por qué no, preocupante. Los niños, en su mundo particular, también mienten; los mayores, en nuestro ánimo sobreprotector, jamás cuetionamos la veracidad de sus palabras ante el posible abuso de un hombre maduro. |
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