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¡A LAS BARRICADAS!
Película Los Miserables
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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Europa experimentó con el siglo XIX una etapa repleta de cambios y revoluciones. Francia actuó como punta de lanza cuando la convulsión significó un paso adelante en el desarrollo político de las instituciones políticas. Se asentaron los cimientos para una sociedad más igualitaria. La literatura actuó como legado histórico de instantes que cambiaron el rumbo del pensamiento político.
Las revoluciones se originan abajo para emerger impetuosas al calor de un pueblo hambriento de libertad, hastiado de vivir en la miseria de su marginalidad social. Víctor Hugo, exponente literario del romanticismo francés, hizo de su obra cumbre, Los Miserables, el espejo de la realidad parisina. La universalidad de esta novela y su riqueza cromática, aprovechando el matiz expresivo, han sido llevadas a la gran pantalla desde Frank Lloyd hasta hoy.
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Los destinos se cruzan como dagas mortíferas y redentoras: desde el eje atormentado que forman Valjean-Javert y las cosquillas del enamoramiento entre Cosette y Marius. El comienzo épico pronostica el nacimiento de una película monumental. Jean Valjean, preso 24601, y el encuentro con la libertad que no aparta su condición de reo, esquivan la mano de un coronel implacable consagrado a su labor de justiciero , ausente de caridad. Los Miserables embriaga por el crecimiento de un esplendor revolucionario que abandona el simbolismo con el hecho sangriento de final feliz. Es la culminación del espíritu entregado; del fuego que emana del pueblo y demandan sus ciudadanos. Tom Hooper guiado por Víctor Hugo, ha creado un placer para los sentidos. El director londinense, tras El discurso del rey, despliega ópera cinematográfica gigantesca. Hablamos de belleza en el alma, injusticia, patriotismo, la voz popular frente a la opresión del sistema. Reproduce el nacimiento de una nación; concentra las miserias humanas con calor en un compendio solidario de libertad y opresión. |
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Los hechos históricos revuelven este goteo continuo de celofán revolucionario sobre una sociedad preparada para el sacrificio que brindará una vida mejor. Desfilan por un trabajo inusual al mezclar la voz cantarina de Javert (Russell Crowe) con imágenes más cercanas al musical dramático que al cine histórico. Las connotaciones literarias siguen vivas a pesar del enorme despliegue técnico necesario para que cada secuencia tenga vida. La lucha entre Valjean y Javert pierde fuelle ensombrecida por las interpretaciones femeninas, heroínas en la película y la novela. Anne Hathaway interpretando a Fantine, es principio y fin de la imagen, como sucede con el cuadro pintado por Delacroix. Su interpretación aparece grandiosa. Sus lágrimas trasmiten dolor y esperanza: son tan líquidas como sólidas, trágicas y esperanzadoras, de presencia deliciosa e interpretación mayúscula. Amanda Seyfried, Cosette, promete. La presencia escasa de Samantha Barks (Éponine) juega a su favor convirtiéndola en revolucionaria fiel del amor y la guerra, heroína castigada con la muerte. La corpulencia de Russell Crowe, cuya autoridad surge enfundada en atuendos militares poco humanos, arrasa. Sus registros vocales agradan y lanzan dureza mientras Tom Hooper abusa del plano aberrante dirigido a endiosar su figura terrenal. Lo convierte en animal autoritario y atormentado, felino en su cargo y sensible en la intimidad, ante los ojos de los muertos. Los momentos irónicos no faltan en este drama histórico. Sacha Baron Cohen se encarga de poner pimienta a la tragedia, buscando el provecho en lo ajeno. Daniel Huttlestone hace de Gavroche un alma callejera que, siendo niño, busca el hogar en las barricadas y sabe mirar cara a cara a la muerte, sin cerrar los ojos ante ella en una instantánea propia de Frank Capa. Es una de las perlas actorales que redondean su esqueleto escénico. |
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El vestuario luce un lujo exquisito entre harapos y maniquíes burgueses. Las localizaciones muestran un cuidado esmerado en la luz casi apagada, reveladora del espíritu oscurantista que envolvía a París. La penumbra catastrofista alcanza el fuego luminoso como culminación del camino ciudadano en una explosión de color y fuerza. Mantenida. Las escenas bélicas poseen tragedia y belleza pictóricas. Las calles parisinas se convierten en un cuadro de la Historia y la Humanidad. La ambientación musical es simétrica mezclando el drama con el amor; la pasión y el dolor; la ira con el perdón. Es potente y arriesgada como película cantada: una empresa de difícil coordinación. |
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La segunda parte, más épica y amorosa, tiene dosis de verosimilitud patriótica y barroquismo celestial. Nacen líderes, los viejos ven como su luz se apaga despacio. La insensibilidad de Javert se alimenta del miedo al fracaso militar y, sobre todo, del perdón ofrecido por Valjean. Es incapaz de sentir compasión a pesar de presenciar la tragedia humana y reconocerla en su silencio marcial. La suya es figuración dura y gélida. Pasa del exterior rocoso a la duda interna, fantasmagórica y acechadora. Javert es esclavo de su piedra atada al cuello.
Lástima que una larga, y ascendente, historia se desmorone en su recta final con escenas (interiores) de pomposidad esculpida, arrepentimientos infantiles y lágrimas piadosas, exentas del espíritu revolucionario que reina durante toda la película.
Los Miserables es rebeldía, coraje; el retrato de la miseria humana; Víctor Hugo la escribió con efervescencia genial y Tom Hooper ha sabido recrear ese ambiente libertario e infecto. Siempre hay héroes cuando existen barricadas. El pueblo, una vez más, supo defenderlas y estar a la altura de los acontecimientos. |
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