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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


EL ÉXODO
Película "Mayo de 1940"


J. G.
(Madrid, España)

Mayo de 1940
  Vídeo Entrevista a
Christian Carion
Entrevista a Christian Carion y Ennio Morricone
Desde que, el 1 de noviembre de 1939, las tropas de Adolf Hitler invadieran Polonia, el peligro de un asedio nazi se cernía sobre cualquier nación europea. Después de tomar Dinamarca y Noruega en abril de 1940, un mes más tarde, el 10 de mayo, le llega el turno a Francia. Mediante el Blitzkrieg, la ocupación nacionalsocialista sobre suelo francés pasó de la sospecha temida a convertirse en realidad maldita. La campaña contra los Países Bajos y Francia duró menos de seis semanas. Las películas de Christian Carion se han interesado en plasmar la historia reciente, recreando con verosimilitud el sinsabor de quienes tuvieron que huir de su hogar. Este éxodo se convirtió en una tragedia envuelta en la resignación de los desplazados forzosos, hoy calificados de realidad sangrante. La historia se repite: una historia desagradable plagada de gente motivada por la energía de la desesperación.
La narración del cineasta norpasocalaisino utiliza un lenguaje sencillo puesto en las carnes de inocentes maltratados por la memoria. El decorado, con sabor bélico, que domina “Mayo de 1940” se convierte en testigo directo de la injusticia moral que cualquier guerra lleva implícita.
 
Paul (Olivier Gourmet), el alcalde, junto a Mado (Mathilde Seigner), la dueña del bar  
Los vecinos de Picardie huyendo de la guerra
Las imágenes de archivo, en blanco y negro, con que arranca el largometraje suponen un mínimo exponente de esos ocho millones de personas obligadas a abandonar sus hogares entre el pánico y la desesperación. Antes de esta guerra relámpago, Picardie (Pas-de-Calais) respiraba un ambiente de calidez y tranquila laboriosidad campestre. Sus habitantes, con el alcalde a la cabeza, se convierten en sombras errantes de una caravana cuyo destino aparece más fantasmagórico que real. A esa serpiente humana se suma un pequeño alemán, hijo de un opositor al nazismo, encarcelado en la ciudad de Arras por haber mentido acerca de su nacionalidad.
El suelo francés yo no era seguro; las ciudades se habían convertido en un blanco fijo, y las personas, en animalillos expuestos al fuego alemán desencadenado por sorpresa. El director francés homenajea la memoria de quienes vivieron el éxodo en primera persona.
Las dos búsquedas que alimentan “Mayo de 1940” sobreviven en paralelo, unidas por la esperanza de encontrarse y el acecho del enemigo común. Late con fuerza la necesidad de un padre por recuperar a su hijo, perdido tras el caos de la invasión alemana, mientras la inocencia infantil se atrinchera en las fotografías que lo tienen presente. En medio de ambos, los alemanes se lanzan hambrientos a la conquista de Francia, y un pueblo vaga hacia una libertad desconocida. Carion, a través de Max, el hijo de Hans, escarba en la tragedia y la esperanza de la desesperación ocasionada por las bombas.
Hans (August Diehl), el refugiado alemán, conduciendo la moto con Percy (Matthew Rhys), el soldado escocés  
Miedo e incertidumbre en la huida
La riqueza de personajes con que cuenta “Mayo de 1940” hace una radiografía del espíritu humano en tiempos de guerra. Centra su interés en las personas, llenas de simbología: Mado representa el emblema de la resistencia; Hitler, el caballo de Roger, es la ironía cuadrúpeda; Suzanne, la maestra, la cara de la república francesa; y el alcalde Paul, el militante comprometido: regidor y vecino de Picardie al mismo tiempo. La presencia de Percy abandera la integridad escocesa. Es el culto a lo británico. No faltan esos soldados jóvenes de la Wehrmacht, pivotes de la raza aria y faltos de madurez militar, o el que yace herido, por lo tanto desarmado, mientras se desangra esperando la muerte. Arriflex, el realizador alemán al servicio de la causa hitleriana, es un guiño al mundo cinematográfico, un recuerdo a la primera cámara reflex de 35 mm: la Arriflex 35, de 1937. Representa lo macabro del espíritu germano, convirtiendo la realidad en propaganda, reconstruyendo la entrada de las tropas alemanas en los pueblos a través de conquistas ficticias con prisioneros disfrazados. Siempre llegaban después de la batalla.
La escena de los carros de combate Panzer adentrándose en los campos abiertos, segando las cosechas con un paso atronador y uniformado, aséptico, es un golpe demoledor para los ojos y conciencias francesas. Desprenden un terror que no necesita de la fuerza para imponerse en una época nefasta para Francia y Europa.
Hans (August Diehl) junto a su hijo Max (Joshio Marlon)  
Suzanne (Alice Isaaz), la maestra, abrazando a Max

El trasfondo bélico, omnipresente en “Mayo de 1940”, se convierte en un campo de desesperación. El temor es palpable allá por donde va esta caravana de pueblo ambulante. Las bandadas de Stuka, y sus bombardeos ordenados, sobrevuelan cabezas como mosquitos con el aguijón preparado para rematar su suerte en el momento más inesperado.

El castigo del exilio forzado es más duro que el acoso militar. La agonía se eterniza entre las personas, la muerte se respira más cercana pero no se siente hasta que los disparos hacen blanco. Los civiles franceses, asustados, huyen del enemigo cazador como ratas despavoridas, refugiándose en la trampa del miedo a campo abierto.
El avance de las tropas alemanas escenifica la incursión del terror nazi en suelo francés. La semilla del futuro gobierno colaboracionista de Vichy se expande sin oposición.
Churchill dijo, con respecto a las tropas de Hitler: “Combatiremos en las playas, en los lugares de desembarco, en los campos y en las calles; combatiremos en las montañas. No nos rendiremos jamás.” Los ciudadanos de Picardie tampoco se rindieron. Sólo buscaban la paz, lejos del enemigo alemán.

Columnas de Panzers avanzando sobre suelo francés  
Thomas Schmauser interpreta a Arriflex, el cámara alemán

“Mayo de 1940” cuenta con el apoyo de una banda sonora que conduce las imágenes por terrenos ausentes de barbarie. La música de Ennio Morricone no se aleja del western, con su romanticismo y una belleza cargada de atractivo humano. Es espléndida, una obra sólo perteneciente al maestro italiano. Mientras una delicada banda sonora suena, se despliega la crueldad de la invasión alemana cebándose con el desamparo que producen la indefensión y el miedo en un acto de supervivencia. Es un ejemplo de la pérdida y la desolación; del presente maldito y un futuro desconocido. Es una historia de separaciones y encuentros donde la esperanza se pasea disfrazada de vitalidad para unos y miedo para otros.

J. G.


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