Las secuelas tienen un componente arriesgado que no puede obviar su caída en el tópico repetitivo.
La primera purga: la noche de las bestias, cuyo título recuerda a la entrega inicial de James DeMonaco, busca la rentabilidad fácil. Es una sentencia de muerte a esta serie de terror racial. El comienzo, ya conocido, sintoniza con la actualidad de una sociedad en crisis nerviosa; las revueltas sociales en Estados Unidos; un inconformismo que provoca necesidad de sangre y venganza dentro de una comunidad esquizoide.
La purga, dividida entre detractores y defensores de esta liberación purificadora en forma de catarsis colectiva, se ha convertido en fenómeno aliviador. Esta secuela, en busca de sus raíces, hace guiños a los populismos políticos aprovechando el clima de desgaste social. La sombra de
Donald Trump dirige los hilos de los Nuevos Padres Fundadores de América: una organización fascista encargada de equilibrar la presencia negra en suelo americano. Las redes como
Blackwater se quedan pequeñas en su violencia frente al componente de superioridad aria, y peso mercenario. Sin tregua para el descanso,
La primera purga: la noche de las bestias abre las puertas al paraíso del susto elemental. La experimentación psicológica con fines purificadores busca la complicidad de intereses políticos.