El trabajo, se dice, es un derecho esencial del hombre. Es el motor que impulsa la industrialización de la sociedad actual, la vitamina sin la que su músculo no se hubiera desarrollado. El grado evolutivo de quien la ha aupado, el sector empresarial, no implica madurez. Y esto es algo que debe aclararse desde el principio porque
A Land Imagined es el espejo de la involución humana dentro del desarrollismo que devora lo que tiene delante. La importancia de la persona decrece con la voluminosidad del negocio. El expansionismo económico sufraga la desigualdad. Yeo Siew Hua denuncia la explosión del avance capitalista que gana metros al
agua. La conquista salvaje permite que unos pocos se lucren con el trabajo mal pagado de minorías clandestinas. Este ambiente incómodo y maquinista está trufado de ilegales, de trabajadores fantasmas retenidos por la necesidad. Sólo la inutilidad facilita el cambio de un empleo riesgoso a otro más ligero en el que el obrero siga siendo útil al engranaje productivo, imparable con su lengua devoradora.