¿Quién no ha alimentado sus pesadillas con el hombre sin rostro?: ese monstruo delgado que sin desvelar su cara, y de cuerpo enjuto, aterrorizaba las fantasías más terroríficas. Este misterio fisonómico atrae, en fracciones de segundos, el enigma de un personaje que se guarda en su invisibilidad. Es un mito de la fantasía adolescente convertido en realidad chiclera gracias al poder de la imagen. La invocación a manifestarse comienza en forma de fiesta donde el ligoteo cibernético termina atrayendo a un personaje desvaído entre la neblina de su mitología. Los protagonistas están obligados a creerse la fuerza del absurdo mientras impone al espectador la visión el pánico y lo sobrenatural tomado con ligereza. Desde el principio al final, Slender Man es una pesadilla risible, un hombre del saco que permanece escondido entre las sombras de un bosque oscuro, deformado, empachado por los sustos descafeinados.
Sylvain White, especialista en series televisivas como Sleepy Hollow, Hawai 5.0 o MacGyver, crea atmósferas de fotografía nocturna llenas de adrenalina a las que terminas por amoldarte con comodidad. Hay demasiada flojera con sabor a un terror pasado de moda, conocido y previsible. Las imágenes son líneas dialogantes que se hunden en el fragor del grito repetitivo y sin condimento. El monstruo es una leyenda urbana divulgada a través de Internet que no se hace notar en público. Su presencia fugaz, como pierde el tren de la bruja, no despierta al susto del letargo. ¿Qué causará el terror entre los protagonistas que tiemblan nada más escuchar su nombre?
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