Guillermo Francella es un inolvidable del cine que despierta entusiasmo tanto en comedias adorables (
Un novio para mi mujer,
Corazón de león) como en el drama sobrio (
El secreto de sus ojos) hasta
El clan, de Pablo Trapero: más terrorífico y políticamente correcto.
Representante de la bondad y la maldad, Francella siempre será acogido como el actor magnético capaz de ocupar toda la pantalla con sencillez impactante. Si a él se junta la potencia del también bonaerense Luis Brandoni, la mezcla es explosiva. La dirección de Gaston Duprat hacen de Mi obra maestra una opción atractiva que difícilmente hace pensar en la mediocridad. El codirector de
El ciudadano ilustre o
El hombre de al lado regala dosis de humor gracias a sus protagonistas que se suceden como una tormenta pasajera de buenas intenciones y resultado superable. El entretenimiento no garantiza un obra de arte sino un producto benigno que engancha con fuerza conquistadora y pierde fuste en el desarrollo de una rama tan enrevesada como repetitiva.