La música forma parte de nuestra piel repartida entre creadoras y oyentes. Es un elemento inclusivo que relaciona a las personas, establece amistades y despierta actitudes dormidas. Su inclusión en nuestras vidas como elemento socializador toma un protagonismo ambiental delicioso mientras dejamos que su invisibilidad nos acaricie.
Cuando esperamos al tren envueltos por una megafonía metálica repetitiva, su sonido rompe la armonía rutinaria. La vida es un fragmento convertido en particular, un privilegio para los sentidos; las notas musicales salen de una caja pianística como silbido del corazón. Sus teclas son palabras expresadas con intensidad vibrante. La melodía de un piano anónimo y universal, a disposición del público en la Estación de París Norte atrapa y conmueve. Su sonido captura la sensibilidad del director del
Conservatorio de Música de París al descubrir un talento sobresaliente. Mathieu Malinski (Jules Benchetrit) crea, Pierre Geithner (
Lambert Wilson) escucha ensimismado su creación. La juventud de Mathieu sintoniza con la madurez de Pierre en un encuentro que no entiende de barreras generacionales.