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¡LIBERTAD O MUERTE!
Película La tragedia de Peterloo


J. G.
(Madrid, España)

La tragedia de Peterloo
Ficha Técnica Video
La cara desencajada del soldado desorientado describe el abatimiento que la derrota provoca. La mirada a todas partes ante un horizonte sin perspectiva no encuentra respuesta a la masacre y soledad. La injusticia sacude, desde el principio, una película que no renuncia al espíritu reivindicativo en un largometraje sensorial. La tragedia de Peterloo, a pesar de su duración (154 minutos), captura la atención mientras el tiempo pasa desapercibido con la cercanía del libro de bolsillo. También es verdad que esa prolongación, antojadiza por momentos, amenaza la estabilidad que persigue consolidar el dinamismo. El discurso social crece con intensidad paciente y segura, amante de la solidez británica, la narración lenta gracias a imágenes de estatismo creciente. Esta soledad se empadrona con agrado en Manchester de 1819, simpatiza con la gesta. Los choques bélicos pelean los derechos sociales en una sociedad conservadora, retorcida por la hambruna y el impulso de la revolución industrial. La declaración de intenciones utiliza la contienda como arma que defiende el reconocimiento laboral.
 
La masascre de Peterloo tuvo lugar el 16 de agosto de 1819  
Joseph (David Moorst)
Se pelea con la oratoria, pródiga en diálogos. Las palabras aparecen encerradas en planos generales como núcleo del tejido visual. La primera parte se centra en el dibujo de la sobriedad del discurso interno, ambientes cerrados por un gobierno de despacho en un fortín exclusivo sin preocupaciones sociales. El mundo pivota sobre tres ejes: política, empresa y, en menor medida, presente en su inmovilismo drástico, la iglesia. La empresa es la burguesía de la Administración, lacaya de un rey ausente. El príncipe regente Jorge IV gobierna a espaldas del pueblo mientras el resto de pilares se encarga de mantener en pie la decadencia. Su invernadero es un aposento forrado de aislante histórico. La Sociedad de Mujeres Reformistas se une al impulso dirigente dispuesta a crear su fuerza social con derechos igualitarios. El vencedor de Waterloo, Wellington, es recompensado en el Parlamento, y su subordinado, el general Byng, es designado a hacer frente a los disturbios en el Norte de Inglaterra.
El príncipe regente (Tim McInnerny) junto a su consorte, Carolina de Brunswick-Wolfenbüttel  
Henry Hunt (Rory Kinnear)
La fotografía cuida el tratamiento histórico de la suciedad plebeya y el esplendor del mundo opuesto. El ritmo se refugia en la lentitud entretenida con el torrente de dispersión callejera. La catarata de personajes coloristas aporta vida a un mundo que se precipita hacia la muerte en las calles. La guerra comenzada en los estrados termina en el carruaje del mitin callejero. El carisma de Henry Hunt, su facilidad y convicción verbales, luchan por el pueblo. Nunca se sabrá qué es más: orador u hombre de Estado. Su extravagancia circense recuerda al tejano millonario con sombrero blanco de vaquero multimillonario y al cabecilla que Liam Neeson defendió en Michael Collins.
'La tragedia de Peterloo'  
Burguesía y clase política de Manchester

El inicio bélico termina en una carnicería preparada para convertirse en titular de tabloide inglés. La densidad del argumento no cala en el interés del espectador ansioso por conocer un final que no abra el debate. La carga policial repite su trote invicto entre sonrisas irónicas del vencedor y lágrimas sangrientas del vencido. El poder sólo tiene que levantar un dedo para disipar las ilusiones populares. El combatiente Joseph observa el mundo con una presencia silenciosa y abatida.

J. G.


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