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OLVIDO Y ENCUENTRO
Película "Maya"
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
Video |
Entrevista a Mia Hansen-Løve, directora |
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La figura del periodista de guerra es objeto de análisis en la gran pantalla con acierto diferente y óptica variada. Su semblante, desde El reportero del diablo, que en 1929 dirigiera Billy Wilder, pasando por El año que vivimos peligrosamente, Los gritos del silencio, Los caballeros blancos, El amor es más fuerte que las bombas o la vida del reportero polaco Ryszard Kapuscinski dibujada con imágenes animadas en Un día más con vida, es una medicina sana que nutre la imaginación del guionista.
La libertad se festeja con un gozo sostenido en el último trabajo de Mia Hansen-Løve. Las primeras imágenes de su película desde el hotel donde el fotógrafo Gabriel Dahan (Roman Kolinka) divisa liberado el horizonte de Damasco serán el último recuerdo que tenga de esa ciudad. La cineasta no cae en la trampa fácil que hace de la liberación un titular informativo ni entiende a la persona como mercancía negociable en el intercambio político aunque algo haya habido en el subsuelo. La actualidad es un reclamo para encarrilar una cinta que se aleja del formato periodístico con que empieza impulsando la importancia del elemento humano. Para olvidar la influencia negativa de su vivencia, Gabriel se distancia del mundo civilizado en un viaje hacia Goa, el lugar que lo vio crecer. El sentimiento de sosiego esconde una experiencia traumática. Maya es una historia de amor más que una historia de guerras donde el olvido descubre la esencia del encuentro.
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Como hicieron los Beatles en su viaje hasta Rishikesh, y otros grupos musicales en busca de la meditación, Gabriel persigue en Goa sus raíces olvidadas, la paz perdida, el nirvana de una vida arrebatada. La necesidad por desconectar con el mundo le atrapa en una conexión más directa e imprevista. Sin embargo, hay algo hermético en su actuar que le convierte en pasajero del momento vago. Es testigo de cómo el influjo occidental penetra despacio a ritmo de especulación urbanística, algo que no suena nuevo aunque sí es chocante en la espiritualidad hindú. Su locución robótica es una sensación inalterable que no alcanza el grado meditativo. Maya, interpretada por Aarshi Banerjee en su primera película, no quiere saber nada con el estereotipo de la mujer asiática es sensualidad asiática educada con soltura europea, joven, abierta, sincera, femenina, moderna, inquieta, conectada a la tierra, desprendida en la curiosidad por amar, una joven con ganas por descubrir la vida. Gabriel lleva el tatuaje del neocolonialismo en su piel como herida de una guerra de la que no se siente partícipe, sólo testigo; se ha convertido en una emoción congelada incapaz de tapar su vacío actual; sale del infierno en que ha vivido secuestrado para desembarcar en la guerra menos manejable: la del corazón. |
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Los deseos fluyen junto a la exploración y la búsqueda. El magnetismo crece en esta tormenta tropical que alcanza la forma de brisa momentánea.
El amor imposible, e impensable para él, surge repentino de manera unidireccional en Maya cercano al flechazo de verano. Ambos funcionan mirándose a los ojos, aceptando el paso lento del momento, entre silencios de alcoba. Este peregrinaje por tierras del Mahatma Gandhi desemboca en el encuentro familiar frío que explica una separación justificada. Mia Hansen-Løve nos ofrece un paseo por una India personal y cambiante con la irrupción de la voracidad inmobiliaria, una historia de amor con veinte años de diferencia lejos de los cuentos de Bollywood, el encanto de un capricho de un encuentro fortuito. |
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La cámara deambula con fuerza y suavidad acercándose a la anarquía del cine independiente. Más que un estudio de las relaciones, Maya esquiva la visión turística de Goa oliendo a incienso con sabor a cúrcuma; es el producto de un amor pasajero, furtivo; ese encariñamiento de verano que quiere alcanzar una madurez imposible; olvido y encuentro. |
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