La sombra del cartero aunque no tenga rostro evoca a
Jacques Tati. Joseph Ferdinand Cheval se le parece en su andar despierto, el bigote que protege una sonrisa muda y la mirada decidida. Es un cartero particular que recorre los campos de
Drôme escogiendo las mejores piedras del camino para un proyecto que viene maquinando hace tiempo. El creador de una catedral personalizada la transporta en los bolsillos, en su cartera hasta hacer de la carretilla el vehículo cotidiano. Los
templos camboyanos de Angkor estimulan esta aventura. Oriente y Occidente fraternizan en un palacio susurrado por la princesa Daoud en sueños. Las edificaciones mayas que aparecen en el
Magasin Pittoresque nutren una imaginación sin barreras. Este hallazgo excita una pasión que cambiará la vida de un cartero ajeno al mundo. A pesar de su trabajo rutinario, Cheval posee una mente curiosa, desconocedora de la palabra
límite. El aire idílico no impide que la aventura campestre y arquitectónica se enturbie con la muerte.