El 16 de julio de 1969, la plataforma que trasportaba al cohete
Saturno V gateaba con unos primeros pasos cortos y estables. Se movía con lentitud, segura, protocolaria, consciente del protagonismo que su deslazamiento ejercía sobre la población mundial. Cabo Cañaveral se convirtió en un foco que sobrepasó el estadio político haciendo de este lanzamiento la reafirmación humana sobre la ciencia; la ruptura de una barrera que sobrepasaba con creces a la del sonido. El despegue del ingenio diseñado por
Wernher von Braun fue la superación de la pugna astral que
Yuri Gagarin inauguró ocho años antes.
Apollo 11. Primeros pasos es un testimonio lleno de meticulosidad astronómica gracias a una mirada distinta que describe con precisión la llegada del hombre al satélite terráqueo, más allá de conquistar el pódium que corona este reto competitivo. Todd Douglas Miller demostró su interés por el cine científico con
Dinosaur 13, ahora se centra en la narración sin comentarios interpretativos que emborronen la limpieza instructiva como referencia verídica impecable e incuestionable. El celo y el respeto por el proyecto se aleja de las ficciones dramatizadas. Se respira cada momento de la gesta con intensidad científica: desde su despegue al norte de Florida hasta la recogida de Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins en las aguas del océano Pacífico hawaiano. Los protagonistas son los relatores del periplo: astronautas y personal técnico que vigiló sus pasos desde el Centro Espacial Lyndon B. Johnson, de Houston. Los tres caballeros galácticos ven mermar su grandeza cuando se introducen en las entrañas siderales. Las cámaras situadas en el exterior registran cualquier detalle antes y después del lanzamiento; pormenorizan cada segundo sin toxicidad descriptiva en segundo plano, dejando que los acontecimientos fluyan. Las voces de los cosmonautas encapsulados y el diálogo con los técnicos de Houston impulsan el viaje, rompen la armonía de la tripulación con su medio e imponen la veracidad de las palabras grabadas como legado histórico. Las tomas de la cara oculta de la Luna incrementan la sobriedad del silencio estelar que visualiza su horizonte ilimitado.