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CINE Y ESPECTÁCULOS
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LA MIRADA COMO FUENTE DE SENSIBILIDAD
Película "Solo nos queda bailar"


J. G.
(Madrid, España)

Solo nos queda bailar
Ficha Técnica Video Entrevista a Levan Akin    
La danza es plasticidad escultural, volumen, libertad y, por extensión, sexualidad. La danza envuelve al cuerpo humano en vuelos estratosféricos mientras agita conciencias con crudeza y suavidad. Sólo nos queda bailar defiende la iniciativa corporal. La mezcla de disciplina y sueños se sitúa en una sociedad cerrada donde el ballet forma parte del alma nacional, al lado de la bandera. El baile tradicional se pone al servicio del país como seña de identidad exportable; es el pasaporte de muchos jóvenes hacia el exterior en un país demolido social y económicamente. Los resquicios de la vieja escuela buscan figuras nuevas que perpetúen el régimen antiguo y esa mente que une sangre con patriotismo y arte. La soltura expresiva toma forma a través de cuerpos con sensibilidad especial para el movimiento dentro de un ambiente duro, alejado del poderío macho. Bailar implica dejarse la sangre en cada paso a través de un acto patriótico con simbología estatal.
 
'Solo nos queda bailar', dirigida por Levan Akin  
Merab, aspirante a ser bailarín de la Ensemble Nacional de Georgia
Levan Akin, mitad sueco, mitad georgiano, mezcla la imaginación implícita del bailarín con la necesidad por escapar de un ambiente cerrado como el que se respira en Tbilisi. El despertar sexual camina abrazado al artístico. El protagonismo LGTBI traspasa las fronteras del acrónimo. La homosexualidad dormida, o aparcada, hasta ahora, rompe tabúes en la vida georgiana férrea; huye del gueto; planta cara a quienes la esconden en los armarios del miedo y la censura. El estereotipo que la equipara con el baile es inevitable y no deja de ser un argumento manido. En la película hay tanto de transgresor como de repetitivo.
Irakli (Bachi Valishvili) junto a Merab (Levan Gelbakhiani)  
La mirada de Merab es el elemento conductor de 'Solo nos queda bailar'

Merab es una paloma que va desnudando las preferencias sexuales con tranquilidad a través de pasos ágiles y contundentes. Su mirada cautivadora y delicada se envuelve de silencio inquieto que se acerca al deseo, busca innovar el pasado. La seguridad y despreocupación de Irakli lo atrapan. El encuentro entre ambos despierta la emergencia de comunicación que supera la amistad. Solo nos queda bailar no es la sombra de Fame ni tiene la cercanía del barrio obrero de Billy Elliot: crea sus códigos asentados en el reto social. El sentimiento escondido asoma despacio sin levantar sospecha; el amor ha llegado. La amistad entre Merab y Mary recibe el dolor de la sinceridad, sufre el puñal del ocultamiento. Los tres se convierten en un trío compenetrado por la aceptación. Un hermano que se sumerge en el mundo de la noche y los negocios oscuros aletea entre todos.

La amistad prima en 'Solo nos queda bailar'  
Merab y Mary (Ana Javakishvili), su mejor amiga

El rigor instructor contrarresta un aperturismo genético que niega su doma. El acoso de la realidad en el límite entre Europa Oriental y Asia Occidental manipula el talento a través de reglas decimonónicas. La posibilidad de actuar para la Ensemble Nacional de Georgia abre puertas, alimenta la responsabilidad y el estrés. La ocasión de convertirse en pieza clave del elenco estable que girará por el mundo, como lo hicieron sus padres, sólo se presenta una vez. El relevo generacional, con la tradición familiar en medio, está servido. Los toques homófobos enlazan con el nacionalismo, invasor de Europa. La danza suple las carencias sociales.
Sólo nos queda bailar está llena de ojos, silencios, encubrimientos, estímulos, encaramientos con el Estado y retos personales. El objetivo artístico, a través de conductas predecibles, busca satisfacer el fracaso emocional.

J. G.


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