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LA OTRA DIMENSIÓN... CASERA
Película Vivarium


J. G.
(Madrid, España)

Vivarium
Ficha Técnica Video    
Quien piense que Vivarium suena a nombre de urbanización, no va desencaminado. El milagro de la vida no es nacer sino tener un hogar propio. La familia puede esperar. El director irlandés Lorcan Finnegan juega con las palabras en una película inquietante. Lo monotonía puede agobiar y él lo sabe. Es una cinta particular por la suavidad brusca con que trata un tema profundo, actualizada porque es el pan de cada día e inusual por la exposición de su contenido antiutópico. Se barajan paralelismos de habitabilidad: ciudad-nido, Naturaleza-urbanización, apartamento-adosado con jardín. La convivencia se concentra en un juego de casitas.
Las aves expulsan al polluelo del nido para que aprenda a volar; el consumismo en el ser humano le corta las alas de la elección libre y la independencia. La presencia de Jesse Eisenberg aumenta las sospechas sobre otra película para adolescentes. Imogen Poots va creciendo como actriz en una madurez sólida gracias a su mirada tan dulce como aterrada. Ninguno de los dos puede evitar que el sueño de adquirir una vivienda en propiedad se convierta en pesadilla antes de que los primeros recibos de la hipoteca lleguen. La pareja ilusionada se topa con el prototipo del hombre que vende futuro y calidad de vida como una máquina a cuerda. Su insistencia pulcra es desquiciadora; invita a salir disparado de ese enjambre vacío para respirar aire puro, sin confinamientos.
La colonia donde van a parar, Yorden, es un lugar desértico y limpio, con nubes estáticas decorando el estado del bienestar. Son globos hinchados dentro de una angustia impoluta. Las casas se repiten con hermanamiento, solitarias. Los callejones lineales son las arterias de una ratonera inmobiliaria. La salida de este mundo perfecto se eterniza con recorridos circulares por edificaciones unifamiliares fantasmas. El equilibrio esconde intenciones desconocidas a caballo entre la felicidad y el campo de concentración. El diseño familiar se rinde al minimalismo en los acabados y colores, lo impersonal lanza aires sospechosos. El paisaje matemático de este complejo inmobiliario carece de lujos.
 
Gemma (Imogen Poots) junto a Tom (Jesse Eisenberg) pensando en la casa de sus vidas  
Tom y Gemma han entrado en la inmobiliaria done les espera un vendedor muy particular, Martin Maguire (Jonathan Aris)
Los días son piezas de una maqueta que, lentamente, solidifica una estructura de cárcel hogareña. El número nueve persigue su destino como principio y fin de este laberinto, sin una gasolinera cerca. Nueve minutos, nueve horas, nueve días, nueve años… nueve meses. Los niños, sin saber de dónde vienen, se presentan como paquetería a domicilio. La vida en común se topa con responsabilidades inesperadas. La relación se estresa, el cariño se aleja. Los nervios pierden la compostura ante un miembro familiar imprevisto tan hiperactivo como observador. Su inestabilidad infantil hace burla al desasosiego adulto. La energía de este muñeco diabólico corretea por el césped, mira al cielo sin emocionarse, pasa de lo irritante a la frialdad con fluidez intimidatoria. La cohabitación se desgaja mientras la familia es un foco desestabilizador. El bucle del tiempo congelado juega a su favor. Las carencias afectivas de la pareja acercan los lazos entre él (Senan Jennings) y la madre adoptiva, Imogen Poots. Ella despierta el sentido de la crianza mientras su compañero es la parábola del trabajo físico con un propósito único.
Este sinvivir es un interpretación metafórica del contrato social entre dos personas: desde el compromiso de tener hijos, la meta por adquirir una casa en el lugar perfecto como parte de un hábito acomodado hasta la pérdida de la libertad. La búsqueda de una salida es un viaje al centro de la tierra, el desgaste paulatino de la paciencia y el triunfo del agotamiento.
Gemma (Imogen Poots) junto a Alex (Senan Jennings): el niño de la casa número nueve  
Gemma_(Imogen_Poots) en un momento de nerviosismo provocado por Alex: 'No soy tu madre'

Lorcan Finnegan propone entrar en esa cotidianeidad incómoda donde las presiones no vienen de los bancos sino de la imposición que marca el destino alienante. Vivarium es un felpudo de plastilina que esconde el lado feo de la vida; la mentira de un entorno feliz que hace del ser vivo evolución zoológica simple; un canto a la soledad en un mundo que no es como queremos. La ley de la supervivencia elimina al débil en favor del fuerte. La música y la fotografía se dan la mano en un ensamblaje de sentimientos lineales y tétricos. Las imágenes destacan por la sencillez y tranquilidad nerviosa. La homogeneidad del día a día no abandona la necesidad de escapar aunque, a veces, se acostumbre a la rutina asimilada. Vivarium es ciencia ficción urbana.

J. G.


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