El peregrinaje de puerta en puerta atraviesa un desamparo que deja acariciarse por el manto de la noche con la mirada atenta de Abla. La llamada a su puerta trae desinterés seguido por una preocupación vigilante tras la ventana de su casa. Esta mujer viuda se mueve como un animal enjaulado e inquieto; algo conmociona su nerviosismo. Las puertas se abren por caridad pero su corazón permanecen cerrado. El gesto serio desconfía aunque la preñez evidente de una desconocida con problemas. Algo ha comenzado entre ambas, unidas por el aislamiento. Warda, la hija de Alba, participa de la convivencia adulta con luz arrebatadora en un paisaje apagado. Sus caricias son granitos de arena que frenan el dolor adulto pendiente de la angustia. La felicidad crece en una niña de ocho años ajena al exterior mientras la madre le impone rigor, consciente de que no puede ofrecerle nada mejor. Al borde del precipicio, Adam se convierte en una historia de mujeres. El ser que nacerá fuera del matrimonio es repudiado por la sociedad gracias a la religión antes de que pueda defenderse. La mancha deshonrosa cae implacable sobre la mujer señalada.
La nota colorista en este universo femenino la pone un hombre bueno que corteja a una dama sin intención de poseerla. Maryam Touzani, ahora detrás de las cámaras, es recordada como protagonista en
Razzia, a las órdenes de Nabil Ayouch, su pareja. Lubna Azabal se ha ganado su presencia gracias a comedias como
Todo pasa en Tel-Aviv o dramas en los que el papel de la mujer es vital.
Lola Pater y
Sofia, con ciertas similitudes a
Adam, son ejemplos de su potencial artístico.