Las personas a punto de casarse deberían tener como cabecero de esta unión el esqueleto frágil de su ruptura. En algunas parejas, cinco años es el momento de decir adiós. Los imprevistos no destrozan el corazón sino los recuerdos que archivamos con intención posesiva. Michaël Youn reproduce en clave humorística, casi grosera, una actitud propia del ser humano excitado al jugar con el filo de la navaja (y si es a escondidas, mejor). El problema surge cuando ese secretismo se reproduce de manera estereofónica en una reunión social. Entonces, se comprueba la debilidad ante el deseo sin tintas dramáticas. La cara de tonto enamorado se trasforma en pose derribada con un gancho de izquierda. La mezcla de venganza y juerga cuarentona posteriores es una de las historias más viejas jamás contadas ante la que no dejamos de sorprendernos. Lo demás viene rodado con un factor sorpresa repetido. La sucesión de figurines y jocosidad sin gracia es el pilar de una película coja en su originalidad.
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