La figura el guarda forestal se nos ha presentado, en la niñez, como un hombre negro con escopeta y ojo avizor, encargado de vigilar el bosque. Vigilarlo para que ningún elemento intrusivo perturbara la paz de la Naturaleza inexpugnable, privada o pública. Peter Wohlleben no es el vigilante al uso sino que se ha encargado de entender a los árboles y resto del ecosistema forestal durante más de tres décadas trabajando como guardabosques.
‹‹Yo no soy un escritor›› afirma varias veces convencido de sus palabras; sin embargo, tiene el don de trasmitir la sabiduría del bosque con un lenguaje accesible que comunica sensaciones. Se ha encargado de acercarse al idioma de las plantas, de distinguir los sentimientos de un roble y un matorral. El logro ha necesitado una escucha pausada, y silenciosa, paseos junto a su sombra, sentir una presencia que habla sin charlar.
La vida secreta de los árboles es una experiencia que todos deberíamos vivir una vez en la vida: intentar comprender que al penetrar en un bosque estamos rodeados de materia viva como parte de una sociedad. Este entorno se defiende de los enemigos, con barreras naturales, como ocurre en el caso de los
gusanos termita. La indefensión en mayúscula ante el hombre o las inclemencias climáticas. En un paseo boscoso interesa el árbol como elemento transmisor de vida no como motivo paisajístico encerrado en una obra pictórica o modelado en escultura agarrotada. Tampoco está en contra de quienes, con sentido y moderación, limpian los bosques de árboles ancianos; carga, con una crítica civilizada, contra aquellos que arrasan cualquier mas forestal para convertirlo en negocio.