El 14 de marzo de 2020, las vidas dieron un giro inesperado para los habitantes de Madrid. La idea de personificar la confinación pasa por la mente de Juan Cavestany. Las secuelas que el coronavirus está dejando en amigos suyos se urden respetando sus particularidades. Las ganas por reflejar los efectos que una situación desconocida provocan en la rutina han originado el primer largometraje español rodado durante esta pandemia. La idea participativa que
Isabel Coixet lanzó en 2016 con el proyecto
Spain in a Day es recatada por el director y dramaturgo madrileño con la intención de que una soledad atípica sea compartida para erosionar su dureza.
Madrid, interior abre las puertas a la iniciativa personal. El teléfono móvil catapulta la creatividad que puede ser compartida en momentos de conmoción generalizada.
José Coronado,
Pepón Nieto,
Antonio de la Torre,
Javier Cámara, Marisa Machi o
Malena Alterio participan en el proyecto como personas anónimas sujetas a la dinámica del aburrimiento. Las caras conocidas, y amigas del realizador, aportan su lado más casero, tienen tiempo para abrir el álbum de los recuerdos fotográficos.
Los días confinados se afrontan sin poner caducidad. Las costumbres se han de aclimatarse a compartir momentos con un estado de emergencia particular. El silencio de hogares enrarecidos aplaca cualquier comentario excepto cuando las noticias impersonales que despistan con su interés hablan; por lo menos, distraen. Una preocupación muda se comparte. Este síntoma de comunicación nuevo facilita la sintonía con la realidad.
Lo desconocido, capaz de acallar el
bullicio urbano que ahora se extraña, ha poseído Madrid. El vacío es una bomba atómica que despliega radiactividad amordazadora. Cada uno ocupa las horas como puede, como lo siente o como la mente le permite: leyendo, tirado en el sofá, experimentando con el bricolaje, recorriendo la casa bailando, impulsando guerras de cojines, componiendo música en busca de la canción anhelada. Los chavales cambian el aula por el ordenador, lo presencial es una clase virtual, la pantalla se convierte en el profesor nuevo. Otra forma de encarar, y aceptar, el aprendizaje intelectual está en marcha.