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CINE Y ESPECTÁCULOS
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LA BRUTALIDAD Y SU LIGEREZA
Película Quo Vadis, Aida?


J. G.
(Madrid, España)

Quo Vadis, Aida?
Ficha Técnica Video    
La guerra iniciada en Eslovenia, comienzo para la desintegración de la Yugoslavia de Tito, se encontraba en su apogeo durante julio de 1995. Las tropas dirigidas por el General Ratko Mladic se habían adentrado en Bosnia y Herzegovina, caracterizada por la pluralidad religiosa (bosniacos de mayoría musulmana, serbo-bosnios ortodoxos y bosnio-croatas católicos). La Guerra de los Balcanes redujo el crisol a la hegemonía serbia de Belgrado en esta zona. La directora de Na putu ciñe la fatalidad a la delimitación geográfica: Srebrenica. Su largometraje denuncia con ligereza iniciática el avance del radicalismo serbio en un territorio cubierto de matanzas. El factor humano supera al administrativo ante la presencia de Cascos Azules testimoniales. Aida es traductora en un fuego cruzado entre invadidos y una representación endeble del mundo occidental desinteresado por esta parte del planeta. Aida es el altavoz para los refugiados con noticias del mundo dominante, personifica la intención entendible de salvar vidas emparentadas por la sangre: una forma descafeinada y maniquea de abordar el problema bosnio. Las fuerzas de paz de la ONU, dispuestas a contener las tropas de Mladic, mastican un orden improvisado e insostenible hasta que el desenlace contundente se rinde ante la limpieza étnica. El campo de refugiados tutelan es un establo solidario y cruel. Srebrenica es una isla minúscula, apartada, dentro de otra mayor destinada a formar parte de la Gran Serbia.
 
Aida Selmanagic (Jasna Djuricic) es la traductora y canal con los refugiados  
Los desplazados bajo custodia de las Naciones Unidas en Srebrenica (Bosnia-Herzegovina)

La tensión de una guerra alejada de los planes de paz internacionales, comandados por las Naciones Unidas, crece sobre un terreno apelotonado de refugiados desatendidos. Los desplazados por la guerra mueven la tragedia en oleadas bovinas que huelen al lobo cercano. Lo personal limita el contexto social del conflicto para convertir a Quo Vadis, Aida? en un culebrón con tentáculos políticos, argumentos históricos, preocupaciones íntimas y buenas intenciones. La angustia del destino familiar se impone al pánico del crimen colectivo y la implicación multiétnica descuidada se identifica con el escalofrío de la protagonista. La carnicería ocurrida en Srebrenica es tétrica y vergonzosa. El caos y el miedo a la muerte desfallecen estáticos, martillean con una presencia tiránica. La mirada abandona el horror común y se centra en el temor a la libertad frágil, es ratón privilegiado dentro de una jaula con barrotes invisibles. La masacre perpetrada por el Ejército de la República Srpska (VRS) queda en el plano circunstancial que funciona como decorado inquietante.

Aida durante días más felices  
El Coronel holandés Thom Karremans (Johan Heldenbergh) junto a Aida

La caracterización de Mladic abrillanta el cinismo de un criminal que aparece como guerrillero bondadoso e incluso culto. Los soldados holandeses de la ONU son rehenes atados de pies y manos. El corazón se acelera cuando la preocupación individual se cruza en el camino profesional. La calamidad que acompaña al desplazado se aleja del intervencionismo pacificador. Los recuerdos se pierden en momentos felices con licencia para soñar, cuando el pasado era una balsa menos mala que el presente. Quo Vadis, Aida? resulta fría y distante, no perfora las tripas de la guerra fratricida.
El tiempo cura las heridas pretéritas, los recuerdos son esqueletos yacentes en fosas comunes que a todos deberían ponernos la carne de gallina. Aunque las bombas hayan dejado de estremecer a Srebrenica, la identificación de sus muertos recorre una oficina de objetos perdidos museística. La integración forma parte de la Historia que el hombre escribe y emborrona.

J. G.


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