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CINE Y ESPECTÁCULOS
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LA ETERNA JUVENTUD MALDITA
Película Todas las lunas


J. G.
(Madrid, España)

Todas las lunas
Ficha Técnica Video    
El matiz histórico tiene una importancia relativa dentro del suceso intemporal. Sin embargo, no está de más decir que Todas las lunas se desarrolla en un ambiente bélico, y religioso, durante la Tercera Guerra Carlista. El apunte interesa unido a la intención de restaurar el orden y la tradición católicos por parte de Carlos de Borbón y Austria-Este, autotitulado Duque de Madrid. Los representantes forales vascongados, durante una reunión en Zumárraga, llegaron a exclamar: «¡Salvemos la Religión aunque perezcan los Fueros!» . Por lo tanto, el componente creyente en este drama con tintes vampíricos es evidente y precisa de su notoriedad.
Igor Legarreta, destacado como asistente de dirección en Automata, sitúa el inicio de la tragedia dentro de un orfanato regentado por monjas sin incentivos celestiales, durante el momento de la oración en niñas que poco saben del respeto (y temor) religiosos hacia la vida y la muerte. Lo único real dentro de este oscurantismo, dirigido por una luz casi todo el rato apagada con intencionalidad fotográfica, es la guerra.
 
El interior oscuro del orfanato donde Amaia (Haizea Carneros) hacía su vida: un mundo lúgubre  
La desolación después de los bombardeos
Una mujer misteriosa revive el tejido dañado de una niña encargada de alumbrar la tradición vampiresca. Su llegada está marcada por los pasos del silencio y la bienvenida de la estupefacción para quien vive el dolor en su caserío, alejado de la fe cristiana. Cándido es un hombre de campo que ha olvidado sonreír; ve en la niña que interpreta Haizea Carneros una oportunidad para la ilusión bondadosa. Los diálogos pasan rápido con el acento puesto en la mirada, los encuentros inesperados entre chiquillos y el toque de fábula que se agarra a la mitología vasca. Las facciones suaves de un cuerpo femenino atrapado en el físico de una niña permanente hacen vomitar la injusticia de una inmortalidad incómoda y no deseada. El exorcismo parece el camino único para expulsar al diablo de esta complexión dulce. La fe reivindica su parcela de poder conversor y manipulador tergiversando la ayuda solicitada. El tiempo se convierte en un castigo que no modifica arrugas mientras el entorno envejece por ley natural. La Historia, incluso, sufre el proceso metamórfico impuesto por los años. Sólo ella permanece inalterable en lo que es una tortura más que un privilegio minoritario.
Amaia entra a formar parte de la vida solitaria de Cándido (Josean Bengoetxea), marcada por una forma particular de creer en su religión  
La mujer que habita en lo profundo del bosque y da la finitud a Amaia

La película discurre por la evolución incómoda que solamente la protagonista joven ve madurar. El movimiento lento mantiene la continuidad tétrica de la sombra infantil. La vida adquiere perspectiva con la existencia de un final. La música de Pascal Gaigne acompaña imágenes sin clavar estacas aunque a veces resulte repetitiva. La presión de la sociedad rural cerrada invita a perseguir la singularidad en las personas. El aura espectral que revolotea como un murciélago dulce no adquiere poderes taumatúrgicos sino que demanda, precisamente, la capacidad de poder disfrutar el deseo de la finitud.

J. G.


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