El matiz histórico tiene una importancia relativa dentro del suceso intemporal. Sin embargo, no está de más decir que
Todas las lunas se desarrolla en un ambiente bélico, y religioso, durante la
Tercera Guerra Carlista. El apunte interesa unido a la intención de restaurar el orden y la tradición católicos por parte de
Carlos de Borbón y Austria-Este, autotitulado Duque de Madrid. Los representantes forales vascongados, durante una reunión en Zumárraga, llegaron a exclamar:
«¡Salvemos la Religión aunque perezcan los Fueros!» . Por lo tanto, el componente creyente en este drama con tintes vampíricos es evidente y precisa de su notoriedad.
Igor Legarreta, destacado como asistente de dirección en
Automata, sitúa el inicio de la tragedia dentro de un orfanato regentado por monjas sin incentivos celestiales, durante el momento de la oración en niñas que poco saben del respeto (y temor) religiosos hacia la vida y la muerte. Lo único real dentro de este oscurantismo, dirigido por una luz casi todo el rato apagada con intencionalidad fotográfica, es la guerra.