Lo que debería ser el final de una crítica vulgar significa el inicio de una opinión encendida. Jamás un trío de mujeres, desbordado por el peso de sus nombres, ha generado un resultado tan horroroso, vacío, evidente en una actitud rompedora y ajetreada. Nada tan insulso, lleno de espectacularidad hueca, se aprovecha sin tanto estilo de intenciones reivindicativas. La intención de asignar cánones de género en pantalla alcanza un ridículo acrobático sobresaliente. La continuidad de superlativos infumables no acaba dentro de una secuela detectivesca con guiños a un
007 empoderado y emancipado dentro de un universo machista. Las tres protagonistas deberían dedicarse a repasar capítulos de
Los Ángeles de Charlie, en su versión televisiva, para demostrar un poco de inteligencia sin el apoyo de artilugios con tecnología punta. Hace falta más cuerpo de policía neuronal y menos de maniquí informático, obligado a convivir con su
alter ego dividido en el encanto y la destreza físicos.