El nacimiento de mellizos con tonalidad de piel diferente se da una vez cada un millón. Como la excepción confirma la regla, Grégoire y Anthony forman parte de esa millonésima parte que materializa una definición. Los
gemelos bivitelinos hacen que la magia de la genética, ayudada por el ser humano, descubra relaciones nuevas que, siguiendo los cauces normales de la sociología, no se habrían producido. Aunque rechina que la separación lleve implícita una distinción gremial y económica donde la tonalidad epidérmica divide a personas ricas y gente corriente, indispensable para su vencindario. La dirección conjunta de Olivier Ducray y Wilfried Méance habla de descubrir raíces y cómo un encuentro insospechado afectará a todos. Su primer largometraje en equipo, después del corto
Mon p'tit Bernard, tiene la habilidad de salvar lo ramplón con giros que dan sentido a la vulgaridad inicial hasta llegar a puerto sin necesidad de remolcadores estilísticos ni finales felices de confitería. Tampoco se precipita por el barranco de la majadería que complace a la estrella, sus personajes llevan la particularidad encargada de solidificar un conjunto humilde y razonado dentro de los límites puestos por un humor distendido para acabar sorprendiendo. Si el color es la distinción más reconocible entre los nombres citados anteriormente, este factor no es lo único que los diferencia. El inicio partero dibuja el perfil cómico con un médico disfrazado que ha cambiado el puro por un cigarrillo en su disfraz personal de
Groucho Marx. La gracia del momento germina en la anormalidad de una relación filial entre dos hombres, separados por decisiones que la película aborda de manera superficial como pasaje ilustrativo de energías que el tiempo volverá a juntar. Uno ha pisado colegios caros, el otro conoce como nadie el pulso de la calle con sus chapuzas a domicilio. Las vidas transcurren en paralelo hasta que confluyen por ley natural del guion y, entonces, comienzan problemas desconocidos hasta ahora. La asesora del candidato político es el tópico femenino de mujer entregada a las formas de la causa más que al valor del aspirante. La inseguridad de este, el periodista que olfatea en la trastienda del nombre político, el chófer que se siente arrinconado o el abogado caricaturesco insuflan aires de zoológico revuelto. Anthony es un fantasma de apellido con dudosa ligazón genética a los Beaulieu. El padre de esta familia con secreto lo interpreta
Gérard Jugnot, recordado por sus papeles en
Los chicos del coro.