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EXCESO MARCA MICHAEL BAY
Película Ambulance. Plan de huida
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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La mezcla de la problemática sanitaria con las secuelas del conflicto afgano en un marine norteamericano conceden cierto interés a una película llena de acción. El hecho de que la firme Michael Bay, un talento para la hiperactividad, es un aval confiable que, peligrosamente, puede convertirse en el nudo de su propia soga. Y es esto segundo lo que sucede en este drama de aceleración cardíaca, trufado de sicópatas asesinos, policías perseguidores y un exceso de ajetreo que conmociona en vez de atrapar con interés. Las relaciones entre hermanos, que Bay quiere remarcar como trayectoria humana desde un principio, son un pretexto para mantener en pie una trama asfixiada por su duración excesiva. Este factor quiere sostener, a toda costa, el conflicto y la vibración constantes de una hiperactividad marca de la casa. Son sus elementos identificativos malamente aprovechados.
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Alguien se ve empujado hasta el límite por necesidad. Los lazos de sangre manipulan sus intereses. El plan suicida que Danny Sharp se trae entre manos no es el golpe del siglo, como Scott Mann dejara claro en su película homónima. El asalto menor quiere engrandecerse sin la ambición ni inteligencia de Ocean's Eleven. Ambulance. Plan de huida tampoco destaca por la cantidad ni la calidad del robo. La situación, con metedura de pata incluida, se convierte en un desvarío nervioso que emborracha sin complejos en vez de interesar con tensión policiaca. Los acorralamientos degeneran en secuencias obligadas para mantener la conexión entre el suceso y la fuga. Todo ocurre con una rapidez desmedida donde la minuciosidad del propósito se deja en el aire. Sólo prima la obligatoriedad de robar para cumplir una maquinación sin entrañas, incapaz de despertar el menor gramo de interés por seguirle la pista. La ambulancia se convierte en un todoterreno meteórico, sobrado de gasolina, un Ferrari suicida envuelto en carreras donde los tortazos y la aparatosidad son más importantes que la motivación para emprender dicha escapatoria. Lo que ocurre dentro de este armazón blindado no interesa a un director centrado en un espectáculo rodante al que nada para. El alboroto de tanto choque encadenado resta credibilidad a una película de huida y acorralamiento que, a pesar de su aparataje, indigesta. Si el factor humano hubiera superado el despliegue de tecnología efectista se disfrutaría. Woody Allen le diría al personaje que interpreta Jake Gyllenhaal: Toma el dinero y corre que ya se encargará Michael Bay de clavar tus huesos en el asfalto, estrellado sobre los propios errores. La energía pivota sobre los efectos especiales y las carreras de coches donde se hecha en falta el músculo de Vin Diesel en la saga de Fast Furious. Eiza González (Madame M en Fast & Furious: Hobbs & Shaw) suple esta ausencia con una contención decente que no le permite progresar en el drama. |
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Es posible que Michael Bay se salga con la suya en este regreso a la continuidad suicida y circense de manera decepcionante, acelerada, tan superficial como demoledoramente enérgica. El caos se ha parido en la cabina de montaje a pesar de un rodaje realizado con coches reales, ausencia casi total de CGI y predominancia de drones con cámaras. El discurso patriótico no falta en una película diseñada para divertir y descargar adrenalina. El triunfo del bien sobre el mal se pelea en un tablero de ajedrez donde los buenos son peones sobrepasados por malos sin escrúpulos. Ambulance. Plan de huida demuestra que, en teoría, el sistema policial mejor dotado del mundo tiene imperfecciones; que la tecnología sirve para un despliegue de capacidades burladas por la conducción suicida y la conciencia del delincuente.
El sonido acaparado por los disparos y las colisiones continuados tiene un momento mínimo de calidad con Sailing, de Christopher Cross, que tranquiliza irónicamente la revolución sobre ruedas. El metraje prolongado sin necesidad cansa, exige un final original a este producto explotado con demasiada frecuencia. No es un viaje hacia lo desconocido, como Transformers, sino un paseo por el mundo conocido y manoseado que ansía convertirse en ruido sobresaliente. Y lo consigue. El golpe final quiere contentar a todos con un toque sensible. Este largometraje, creciente en el desmadre, es el culto a la improvisación atracadora y la impotencia policial mientras la muerte disfruta de su protagonismo asegurado. |
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