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TRAS LA SOMBRA DEL INFILTRADO
Película Hunt. Caza al espía
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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La guerra entre las dos Coreas estaba en su apogeo a principios de la década de los 80. Las manifestaciones se sucedían mientras el malestar social de las naciones asiáticas iba en aumento. La tensión que se respiraba en las calles vivió el inicio de las sospechas en terreno diplomático. La aceleración de las revueltas populares compartió la inquietud por desenmascarar la presencia de un topo norcoreano en las filas de la inteligencia sureña con su encubrimiento. Lee Jung-jae, en su primer largometraje como director, alumbra una película de suspense donde la fragilidad política se mezcla con las repercusiones de planes para ampliar fronteras invadiendo al país limítrofe, Corea del Sur. La distorsión del poder estatal trastocaría el mapa coreano y su estabilidad social. El asesinato presidencial se contempla en la cúpula militar norcoreana como una posibilidad para extender el mando mientras dos altos cargos de la seguridad surcoreana tienen la misión de perseguir al infiltrado. La atmósfera marcada por los tiroteos, los coches explotando y las persecuciones evoluciona a ritmo trepidante en un acercamiento a la necesidad por descubrir al topo y preservar su identidad. La corrupción gubernamental desarrollada durante la dictadura castrense de Chun Doo-hwan salpica la investigación sin desviar el interés hacia un protagonismo que no es medular.
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Los giros se suceden con intensidad alterando la fisonomía del sospechoso hasta la maduración de una intriga bien llevada. El paisaje ideado dibuja la sospecha junto a la decepción de un complot con planes encubiertos. Ese desarrollo marcado por intereses revolucionarios pretende desestabilizar gobiernos dentro de un ambiente cívico sin que nada parezca modificarse. El secretismo codificado acelera sus ganas de abandonar el misterio. El anonimato desarrolla la labor subversiva de forma metódica mientras la amistad prudente entabla lazos peligrosos entre rivales que no conocen la magnitud de sus diferencias. En un momento de diálogo cercano, y reposado, se da a entender que el esbirro es más cruel que su amo y no falta razón a palabras que definen el corazón de una cacería ciega.
El espionaje no esconde la naturaleza pistolera de interrogatorios policiales mezclados con torturas y matanzas a pie de calle sin la espectacularidad norteamericana irritante. Se agradece la inexistencia del salvapatrias y la apuesta por la defensa nacionalista de una bandera. Esta decisión otorga frescura a tanta voracidad bélica sin alcanzar la intoxicación visual. La intensidad acosadora está medida, las preguntas se mantienen sin esconder el grado de violencia obligado por los disparos. El guion, a través de virajes estudiados, cierra la espiral de decisiones fanáticas con la suavidad entrecomillada de un final contundente. |
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El trasfondo personal asoma sin imponerse en favor de la profesionalidad. Es de agradecer que la intención moral rebase lo ideológico hasta eclipsarlo y ponga a la ética por delante de metas alcanzadas con medios antidemocráticos. Para el espectador occidental, Hunt. Caza al espía puede resultar confusa en determinados momentos, sobre todo debido a la planicie característica de la interpretación asiática. Su desarrollo entretiene sin incomodar gracias a una duración que podría haberse puesto en contra, jugando a su favor como un reloj de arena que alarga la cuenta atrás iniciada desde las primeras imágenes. Los protagonistas se han esmerado en la caracterización de gestos y palabras que facilitan el seguimiento de las pesquisas. El alma de esta búsqueda de altos vuelos no se encuentra en cómo acaba todo sino en el avance de una maquinación llevada hasta las últimas consecuencias. |
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