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CINE Y ESPECTÁCULOS
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GUION SENCILLO DEL DESORDEN HUMANO
Película Holy Spider (Araña sagrada)


J. G.
(Madrid, España)

Holy Spider (Araña sagrada)
Ficha Técnica Video    
Siempre habrá alguien que realice nuestro trabajo. Entonces, ¿por qué preocuparse? Este podría ser el diálogo de una película mafiosa, y, a la vez, es el pensamiento mudo que sostiene la policía de Teherán para mantener en la calle a Saeed Hanaei. El director Ali Abbasi, basándose en un hecho real, narra la relación oscura que une a prostitutas con su liquidador en la capital iraní: alguien que practica esta labor limpiadora por Alá. El hombre se convierte en talibán gracias al adoctrinamiento religioso de alguien que busca redimir sus pecados con la complicidad de un dios. El protagonismo del ser humano como víctima y asesino está por debajo de las ideas que conducen a protagonizar este plan descabellado de limpieza misógina. Holy Spider se adentra en las tripas del monstruo que extiende sus patas sobre una ciudad calificada como santa a pesar de que por la noche pierda ese manto para convertirse en el zoológico de la necesidad femenina y la falsedad masculina. En medio de la cuerda se encuentran las pesquisas de una mujer que utiliza su olfato periodístico para acercarse al criminal a cualquier precio donde el riesgo forma parte de la valentía. Abbasi la introduce como elemento creíble para enfrentarse a los estamentos policiales marcados por el patriarcado. El machismo impuesto dentro de este contexto masculinizado sólo deja dos alternativas a las trabajadoras del sexo: someterse a la voracidad genital del macho con dinero y exponerse a las garras de otra bestia masculina que patrulla los suburbios de Mashhad mientras purifica a la metrópolis santa de un pecado cultural.
 
La periodista Rahimi (Zar Amir-Ebrahimi) junto a su colega Sharifi (Arash Ashtiani)  
Saeed Hanaei (Mehdi Bajestani), la araña, en una de sus patrullas nocturnas buscando víctimas

La identidad del agresor es lo que menos importa mientras guía a la cámara vagando respetable por una sociedad que defiende valores de hombría. La maldad del culpable escondida en la noche se pone el disfraz de animal tranquilo durante el día. La figura del homicida que pierde los estribos no tiene cabida en esta calma diurna. Este anonimato le permite ojear los periódicos para reafirmar su protagonismo. La frialdad con que sigue los acontecimientos a través de los comentarios populares protege el chasis moralista de un trabajo convertido en beneficio de la comunidad. El error de cálculo guiado por la impulsividad no entra en sus planes. Las pistas dejan el rastro de un secuaz que actúa protegido por la cobertura policial de la inacción ante sus crímenes. La imagen de modelo familiar es consecuente con su normalidad depuradora. Los asesinatos forman parte del proceso para alcanzar el reconocimiento de una tarea llevada a la cruzada moral. La higiene exterminadora se desata cuando el rostro femenino se trasforma en carne cubierta de maquillaje para ocultar la identidad de la marginalidad y el dolor. Los momentos que trascurren por las arterias encenagadas de la ciudad durmiente y despierta tienen alma de puta empujada al vertedero social y de cabrón enfermo. La venganza del ejecutor comienza en su comunicación mediática. La parsimonia de las autoridades locales por encontrar al culpable y la corrupción administrativa marcada por preceptos religiosos definen a la mujer como instrumento dócil. La aparición del poder demasiado colaborativo a la hora de conceder entrevistas a una periodista aumenta la patraña. La radiografía del monstruo centra el relato que persigue desenmascarar una identidad conocida por el espectador. Este seguimiento se mantiene sin tensión mientras la fe conyugal ciega se pliega ante el ardor familiar que el sometimiento religioso exige. Al mismo tiempo, el asesino alcanza el rango de héroe popular. La eliminación ética es más impactante que la física, inundada de espasmos previsibles. Dieciséis víctimas no son nada y representan todo un mundo marcado por el fanatismo religioso que critica a la meretriz como plaga viciosa, víctima de un mundo alimentado por el hambre sexual masculino.

Saeed junto a su hijo, Ali (Mesbah Taleb)  
Saeed en el juicio por los asesinatos cometidos como la 'araña sagrada'

La enfermedad de Saeed Hanaei le hace sentirse mártir de una guerra que lo utilizó. La crítica a la rutina le impulsa a reafirmarse en el fanatismo sostenido por la necesidad de idolatrar a dioses para defender la ética amoral de instituciones y creencias. El marido y padre ejemplar es el sicario de la moralidad ideológica que mantiene en el poder a un régimen corrupto a través del miedo dentro de una sociedad teocrática y misógina.
Holy Spider marca la pauta de una realidad con su aproximación a comportamientos delictivos, podridos y manejables. La fotografía inquietante está envuelta por una música igual de tenebrosa, idónea para estirar el conflicto. La historia de un sujeto que desprecia a las mujeres por ser prostitutas se centra en la complejidad del crimen volcado en el odio hacia ellas. Lo turbador no es que lo relatado ocurriera hace dos décadas en Irán sino que lo mismo sucede hoy con dimensión internacional.

J. G.


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