Siempre habrá alguien que realice nuestro trabajo. Entonces, ¿por qué preocuparse? Este podría ser el diálogo de una película mafiosa, y, a la vez, es el pensamiento mudo que sostiene la
policía de Teherán para mantener en la calle a Saeed Hanaei. El director Ali Abbasi, basándose en un hecho real, narra la relación oscura que une a prostitutas con su liquidador en la capital iraní: alguien que practica esta labor limpiadora por
Alá. El hombre se convierte en talibán gracias al adoctrinamiento religioso de alguien que busca redimir sus pecados con la complicidad de un dios. El protagonismo del ser humano como víctima y asesino está por debajo de las ideas que conducen a protagonizar este plan descabellado de limpieza misógina.
Holy Spider se adentra en las tripas del monstruo que extiende sus patas sobre una ciudad calificada como santa a pesar de que por la noche pierda ese manto para convertirse en el zoológico de la necesidad femenina y la falsedad masculina. En medio de la cuerda se encuentran las pesquisas de una mujer que utiliza su olfato periodístico para acercarse al criminal a cualquier precio donde el riesgo forma parte de la valentía.
Abbasi la introduce como elemento creíble para enfrentarse a los estamentos policiales marcados por el patriarcado. El
machismo impuesto dentro de este contexto masculinizado sólo deja dos alternativas a las trabajadoras del sexo: someterse a la voracidad genital del macho con dinero y exponerse a las garras de otra bestia masculina que patrulla los suburbios de
Mashhad mientras purifica a la metrópolis santa de un pecado
cultural.