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PENSAMIENTOS CONTUNDENTES, DECISIONES FRÁGILES
Película Joyland


J. G.
(Madrid, España)

Joyland
Ficha Técnica Video    
Polémica, sugerente, punzante, simbólica. Se ha escrito mucho a cerca de una temática controvertida para una sociedad históricamente machista: la paquistaní. Joyland ha sido calificada de emblema queer encasillándola en la terminología moderna de un lenguaje destinado a romper barreras. ¿No es una discriminación -denominativa- poner nombres a cada una de las inclinaciones sexuales que nos mueven? Este intento normalizador contribuye a la proliferación de las etiquetas en una sociedad que cada vez demanda más diversidad. La llegada de un miembro nuevo a alguna familia alimenta la idea de linaje marcada por el miedo a la extinción de las tradiciones. Los Rana tienen un problema comunicativo muy grave con la propagación de estos ideales. Haider debe moverse sin levantar sospecha de su orientación sexual. Como si estuviera andando sobre brasas, se debate entre el fuego del señalamiento si estas se descubren mientras siente otra quemazón interna en forma de amor imposible. Su contienda se debate entre el ámbito familiar y la tortura individual de lo inconfesable.
Si somos diferentes a la mayoría debemos callar, reunirnos en secreto bajo la protección de un apartamiento público que apesta menos cuanto más alejado del resto se encuentre. La tradición dibuja esa línea divisoria entre lo correcto y lo impropio socialmente. Los perseguidos justifican la prepotencia de los inquisidores con su miedo. La suavidad con que Haider advierte la importancia transexual en su sensibilidad acaricia dulzura y sumisión. Su fragilidad es atraída por el temperamento fuerte de Biba como contemplación inalcanzable, paseante desde una cercanía que no establece vínculos.
 
El patriarcado gobierna la familia de Haider  
Haider (Ali Junejo) transportando el cartel de Biba

Los silencios en Joyland se nutren de miradas, la atracción se descubre a través de la danza sensual hindú. El colorido impone códigos culturales a la hora de conceptuarla como erotismo o exhibición danzante. Su simbología lanza capas de sutileza frente a la voluptuosidad que despierta la fantasía carnal. Joyland es el reflejo del erotismo cultural visto por formas de cariño no aceptadas mayoritariamente. Este baile se convierte en una gimnasia interpretativa para los ojos del espectador que puede ver cuerpos en movimiento libidinoso o espíritus regalando ternura. Biba es el elemento escénico nuevo de una carpa destinada a cubrir los deseos de un gueto poblado de fantasías erógenas. La palabra adquiere volumen y forma silenciosos. El deseo hace de sujeto, verbo, y predicado en frases que Haider calla frente al torrente de la estrella transgénero. Biba es decisión, él rebosa duda en un juego de voluntad centrípeta. Los ensayos de baile preparan el camino a declaraciones amatorias castradas de impulsividad. La historia de amor imposible es más platónica que tangible, el sentimiento de atracción respira unidireccionalmente.

La bailarina Biba (Alina Khan) ejecutando una de sus danzas  
Sobre las terrazas de Lahore (Pakistán)

El escenario está marcado por el subdesarrollo económico que activa una percepción de abandono social con branquias capitalistas. El contexto no busca la provocación ni hace el juego al trinomio pobreza-marginalidad-incultura sino que desnuda la grandiosidad del cariño. Esta tranquilidad a la hora de abordar lo cotidiano se defiende contra quienes imponen su postura a la fuerza y hacen del patriarcado una regla inquebrantable. No estamos ante un metraje redondo ni emocionante, más centrado en sortear la censura a través de una denuncia que no le tache de maldito. Los sectores religiosos paquistaníes ultraconservadores ejercieron presiones para censurarla. Las palabras del senador Mushtaq Ahmed, miembro de Jamaat-e-Islami (JI), el partido religioso más grande de Pakistán y anti-LGBTQ+, apuntaron que ‹‹el contenido de la película repugna a la decencia y moralidad. Es un claro acto de guerra contra los valores de nuestra sociedad››. Se huye del escándalo para buscar en el arte la identidad que la moral niega. Tampoco se persigue el impacto instantáneo ni la filosofía longeva. La temática trans está presente en los corrillos éticos de una sociedad que no quiere admitir la heterogeneidad como riqueza. La presión familiar marcada por el continuismo generacional asfixia al individuo. El macho tradicional aparece en la figura del hermano mayor que se apunta a la carrera de la natalidad como corredor de maratones.
La fotografía trazada por el simbolismo gestual y las imágenes danzantes entre sábanas dibujan una identidad autóctona. La obligatoriedad destruye pero, muchas veces, es la actitud de brazos caídos termina matando al inocente. La negativa de enfrentarse a quienes no quieren ver la cara oculta de la luna afianza un romanticismo descafeinado que sofoca la raíz del problema con su ocultamiento. El título irónico pasa de puntillas por el folclore, los deseos agobiados, la ironía social y el sufrimiento de personajes definidos pero estáticos. El padecimiento que no se rebela les entierra en su determinismo heroico. El encuadre 4:3 se encuentra más cómodo en la clandestinidad que en la reivindicación callejera. El drama rebaja su tono gracias a un entorno colorista que lucha por zafarse de los atavismos religiosos.

J. G.


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