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CINE Y ESPECTÁCULOS
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FAMILIA POR CASUALIDAD
Película Broker


J. G.
(Madrid, España)

Broker
Ficha Técnica Video    
El inicio de una película irregular podría identificarse con fragmentos de cine negro, algo que no encaja en la sabiduría de Hirokazu Kore-eda. El acercamiento que el director japonés propone a este género se activa con toques reflexivos. Su sabiduría a la hora de abordar temáticas lanza información con esquemas de proximidad que a nadie resultan desconocidos. El robo de niños impulsa el corazón de Broker mientras que el abandono detona un escenario que no persigue exprimir lo infausto. El conflicto interno de So-young se topa con la solución materialista al problema, transformado en negocio. ¿Sensibilidad o supervivencia? ¿Ambas cosas?
El atractivo de un argumento original focaliza el aprovechamiento de la desatención a través de intenciones lucrativas. La pregunta sobre la voluntad materna que incita al desabrigo del hijo no plantea preguntas. Su soledad acompaña durante las primeras secuencias del metraje lluvioso donde el chaparrón duele como alfileres. El hecho de que un padre invisible no participe en la cristalización de un gesto doloroso refuerza la esencia de incomodidad femenina. Su soledad intenta no aparecer como una mancha imperdonable a través de mensajes amparados en un regreso futuro. La despedida advierte congoja en una entrega cargada de emotividad. El arrepentimiento llega a un acuerdo con los mercaderes de recién nacidos para sacar beneficio de la transacción. Es la imagen amarga de quien pretende unirse al carro de la ganancia fácil explotado por otros sin que lo moral importe. El hecho de repensar su ignorancia mientras observa la listeza ajena abre puertas para obtener la mayor ganancia de una operación comercial que no había advertido. La creación de una gran familia se pone en marcha con actitudes marcadas por ambientes jocosos. ¿Búsqueda del lucro personal o preocupación por la estabilidad del recién nacido? Kore-eda plantea esas dudas en términos cercanos y accesibles donde el poder del dinero mueve su chasis, no pone el bisturí en el trasfondo ético del acto. Los personajes están rodeados por la comedia y la experiencia conocida en sus carnes. Dong-won Gang, recordado por el trabajo en Península, observa con ternura y conocimiento de causa el recorrido de un niño sin hogar que, poco a poco, forma otro. La mirada del realizador nipón pasa de la delicadeza inicial al desarrollo corriente con facilidad maestra.
 
Sang-hyeon (Song Kang-ho) con el niño en brazos junto a Dong-soo (Dong-won Gang) y su madre, So-young (Ji-eun Lee)  
Sang-hyeon (Song Kang-ho) en su taller

Kore-eda se aleja de la armonía metafísica, presenta los momentos con humor sencillo sin alcanzar el clímax de la espiritualidad que identifica a otros largometrajes suyos. El tokiota ve en la familia sustancia interesante para crear piezas abiertas al debate. El desamparo retractado propicia un viaje insólito entre fideos y entregas abortadas. La situación agridulce, que no es entretenimiento ni tragedia, hila una aventura con sonrisa amable donde el sujeto indefenso aparece manipulado por el mundo de los adultos. El corazón de Broker no corta la respiración ni enternece a pesar de contar una historia impulsada por sus protagonistas. La aparición policial lanza feminismo con intenciones denunciantes mientras diferencia el precio de los bebés varones (10 millones de wones) de las niñas (sólo 8). La carrera entre traficantes y detectives involucrados en el problema de la trata humana no pierde ritmo. Si So-young marca el punto de partida con su actitud, la sociedad tira de esta madre como filón de un tráfico subterráneo que no se limita a la colectividad surcoreana. Gran parte del elenco dio cuerpo a Parásitos sin repetir la fuerza irónica de aquella trama. Lo fácil hubiera sido descubrir a secuaces convertidos en alimañas que se aprovechan de las desgracias ajenas. Aquí, lejos de ser condenados, aparecen como producto de un entorno deforme. El guion está bien armado sin trascender. La corrección no deja lugar a la improvisación que enriquece la formalidad. Este producto decente tampoco alcanza el sabor gourmé de un cineasta que convierte en pieza exquisita todo lo que toca. Broker no presenta al Kore-eda único pero sí a la figura medular que puede permitirse licencias cómico-dramáticas sin caer en la decepción.

J. G.


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