Los chistes son facilones y abusivos puestos en la voz de los dobladores más que en el carisma de sus protagonistas. El guiso de pedorretas verbales no tiene salero. Las referencias a obras anteriores ahogan por su presencia exagerada: desde lo musical hasta lo cinematográfico. Desde el recuerdo al grupo británico Curiosity killed the cat, que en la versión española responde a la curiosidad mató al gato, hasta la versión de la canción Gangnam Style (escrita por Psy y Gun-hyung Yoo). Desde los recuerdos a West side story o Godzilla hasta el eco de Darth Vader en La guerra de las galaxias con la frase histórica Yo soy tu padre. El guion, de efectividad vulgar, cuenta con la presencia novedosa de Ed Stone y Nate Hopper junto al resto del equipo que creó Sillas de montar calientes. Su falta de ingenio cae en la estupidez bonachona. Pretende ablandar corazones con remiendos agarrados de otros largometrajes. El protagonismo del maestro refugiado en el silencio de un pasado vigente sigue la simpleza, cultivada con mimo oriental. Las alusiones a Kung Fu Panda tampoco escapan de su estructura. Otra mención cinéfila conduce a Karate Kid en la conexión maestro-pupilo, donde la voz de Samuel L. Jackson muestra actitudes meritorias. Los personajes son divertidos en su alegría y embrutecimiento. Cada mundo construye una animación perfecta. Un héroe samurái: La leyenda de Hank es previsible, apta para palomitas y tardes de familia, peculiar por la traslación geográfica del contexto. El resto repite una historia donde el nombre de Mel Brooks sólo pesa en los créditos finales y, disimuladamente, en la voz de Shogun. Su finalidad veraniega convierte la pérdida de tiempo en ocio mustio. A pesar de la tontería, a alguien le resultará familiar y cariñosa. |