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(Mitos y Fetiches)

Un Desencantado

(Madrid, España)
Paul McCartney

La música es arte, no sé si el primero, tercero, séptimo o decimonoveno, pero su función artística y estética es indiscutible. La música es capaz de generar conciencia, de desencadenar revoluciones, de modificar los comportamientos generacionales... y de aborregar a las personas. Perdón, mejor dicho, la mitomanía que se crea alrededor de los artistas es la que, en muchas ocasiones, nos aborrega.

Escribo este alegato a la cordura porque he tenido la oportunidad de comprobar lo que digo en un macro concierto hace poco en el que se reunieron viejos hippies convertidos en empleados de banca y jóvenes poppys "amantes de la música del pasado". La estrella era casualmente un astro en declive musical: Paul McCartney. El mito convertido en cenizas de lo que fue. Sus sesenta y muchos años le pesaban tanto que casi no podía mover la guitarra a ritmo beatlemaníaco, ¿o eran las arrugas lo que le pesaba? Prácticamente solo en un inmenso escenario flanqueado por pantallas de proyección superiores a los 20 metros de altura, McCartney evidenciaba su minúscula presencia. "¿Dónde vas abuelo del mundo...?" Sus nietos eran la audiencia: muchos de ellos han mamado a ritmo del "Let It Be" o se dieron su primer morreo mecidos por "No More Lonely Nights" (cuando los de Liverpool ya descansaban en los museos). Unos vástagos embelesados más por los recuerdos que evocan esas canciones que por la furia de McCartney. ¡Qué tiempos aquéllos...!

McCartney está viejo, no anciano. Huele a pasado, y lo peor de todo es que se ha anquilosado en un pasado glorioso sin innovar. Deduzco que cuando la fama te desborda, pierdes la improvisación, dejas de ser creativo y tu capacidad de persuasión se debe a la reliquia que representas, nada más.

Hace años, una campaña publicitaria de una conocida marca de pantalones puso de moda la frase "la arruga es bella", yo añadiría: "la arruga es bella si es inteligente quien la luce". De nada sirve hacer historia si a los sesenta y muchos años cantas lo que hacías a los dieciocho, y con más flaqueza. Es el precio de la consagración, de cuando ya eres un dios, lo has alcanzado todo y el único estrato que le queda a uno es hacer del revival (léase "arte repetitivo") una novedad. ¡Algo difícil!.

Muchas veces he escuchado que, con la edad, el hombre se vuelve más sensato, y la adrenalina de la juventud da paso a una madurez reposada. En algunos músicos, y a McCartney le ha tocado jugar el papel de embajador musical "maduro", no es así. Cuando tus fans te han encumbrado hasta una cima de la que no puedes bajar, desterrándote de la condición humana, el artista se vuelve más inaccesible, menos hombre de a pie. La madurez musical consiste en saber retirarse a tiempo. Es preferible despedirse del glamour joven y fresco que no viejo y arrugado, la música será siempre la misma. Paul McCartney jamás tendrá el morbo de un Curt Kobain, ni despertará la pasión de un Jim Morrison sobre el escenario. Estos, por lo menos, siguieron la máxima sagrada de sexo, drogas y rock & roll, mientras que McCartney ha conseguido crear su propio eslogan identificativo: modosito, Evian y revival. Y para arrugas bellas, las de su "enemigo" rocker Mick Jagger, quien se permite el lujo de posar en sus conciertos para los fotógrafos que, desde el foso, intentan cazar una instantánea del "chico malo del rock". Paul no quiere tener cerca durante sus conciertos a los fotógrafos que le recuerden esas arrugas y flacideces. A esto se le llama "neurosis cromática".

¿Dónde está el error? pregunto desde mi ignorancia más profunda. Por su lado, MTV, la cadena de televisión encargada de producir el espectáculo afirmó en un comunicado que "el incidente con el vestuario de Janet Jackson fue improvisado, no fue planificado, no fue intencional y fue inconsistente con las medidas que habíamos tomado sobre el contenido de la actuación".
Constantemente los yanquis nos bombardean con películas repletas de escenas en las que el "imprevisto" de la teta de la Jackson es una ofensa a la carga erótica del film y los cines se llenan para ver esas películas. En Estados Unidos se produce un muerto cada dos minutos y nadie dice nada, es normal que la gente lleve revólver (lo ampara la ley), y nadie se escandaliza, la violencia
en las escuelas es el pan de cada día, ¿en qué conflicto internacional no se encuentra metido este país? y nos parece normal.

Para finalizar este epitafio, no sé quién me da más pena: el ex Beatle Miembro de la Corona del Imperio Británico o el fetichismo de sus seguidores. Fetichismo que, aprovechado por el merchandising, genera millones de euros. Llaveros con la cara de Paul hace cuarenta años, impoluto, siempre joven; gorras, camisetas con su nombre inmortalizado a modo de tumba andante. Borracho de tanto fetiche, el colofón de esta fiesta mitómana lo puso un amigo malagueño, que por respeto no daré su nombre, quien se jactaba de poseer un pelo del ex-Bealte -un poco descolorido porque ya empezaba a tener canas- y un trozo de toalla -era de color azul- (pude ver ambos objetos). Este personaje consiguió el pelo en un concierto que Paul McCartney ofreció en el año noventa y tres en Barcelona. Me mostró dicho pelo dentro de una cajita marrón, con una inscripción en una placa metálica, junto a una fotografía del músico tamaño carnet cuyo rostro, menos anciano, ya formaba parte del fetichismo Beatlemaníaco. Una tumba muy particular... pero, curiosamente, no aprecié calor musical en ese objeto, más bien indiferencia y distancia. Este tipo no cesaba de mostrarme sus tesoros y de tratar de convencerme de que le creyera. ¡Qué buen predicador será! Hasta me dio fotocopias de unos artículos periodísticos referidos a los Beatles en los que su nombre aparecía al final de la página. Más fetiches.

A continuación, me enseñó el trozo de tela azul que, según él, pertenecía a la toalla que arrojó en el mismo concierto. ¿Por qué un trozo?...No porque había encogido con el tiempo, no, es que a cada sitio que iba, otros fetichistas del ex-Beatle le habían pedido un pedazo impregnado de sudor "McCartniano". ¿La habrá lavado alguna vez o el olor de Paul también forma parte del fetichismo?

En abril de 1994 tuvo lugar en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de Málaga una convención Beatlemaníaca en la que, además de las exposiciones con objetos referentes a la banda de Liverpool, se ofreció una conferencia bajo el título "Paul: ¿vivo o muerto?". Diez años después, yo plantearía la siguiente reflexión: "Paul McCartney: ¿más muerto que vivo?"



Un Desencantado

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