La
palabra asesinato nos suele causar
tristeza, la palabra masacre,
conmoción. Los medios de comunicación
nos han enseñado a vivir entre
muertos. Claro que miramos de distinta
forma a la muerte cuando se escucha
a mil kilómetros de distancia
que cuando nos golpea de cerca, en la
misma ciudad, a dos manzanas de ti,
entre las personas con quienes convives.
Lo que primero fue pánico se
convierte en rabia, para caer en la
desolación hasta hundirse en
la impotencia. Eso fue, en mi opinión,
lo que ocurrió el 11 de marzo
de 2004 en Madrid.
Se
ha cumplido un año; el primer
aniversario del día que convulsionó
a la capital española ya ha llegado
y todo sigue igual (a parte de lo que
digan los políticos) Según
como manda la tradición, debemos
recordar a quienes perdieron la vida
en ese día y, por unas horas,
olvidamos nuestras diferencias culturales,
raciales o religiosas. Sólo nos
une la muerte. Nos queda el resto del
año para seguir odiando al jefe
y al vecino, su cuenta corriente y su
adosado en la playa. Basta con que ese
11 de marzo las campanas de todas las
iglesias de Madrid extiendan al unísono
un grito de dolor. Casi todos guardaremos
cinco minutos de silencio en honor a
aquellos que ya no nos pueden escuchar,
ni sentir.
La
música también ha querido
sumarse a la ola solidaria de este aniversario
editando un disco en memoria de las
personas que tampoco lo van a poder
escuchar. ¡Qué trágico
por partida doble!. A veces no se qué
pensar de la sociedad en la que vivo:
¿somos unos cínicos respetándonos
un día y odiándonos los 364 días
restantes (para algunos se llama "guardar
la compostura", para otros "salir
del corazón") o me estoy
volviendo un loco egocéntrico
fundamentalista?. Aquel día,
odio la expresión 11-M por su
impersonalidad amarillista, sucedió
una masacre que nunca debió de
ocurrir. Todos los días se están
cometiendo masacres y no nos inmutamos.
Esto me lleva a pensar que la palabra asesino no define exclusivamente
al ejecutor del acto sino también
al receptor de la información.
¿Por qué nos lamentamos
más ante la muerte de 1500 personas
a la vez y no del goteo de muertes individuales,
también injustas, con las que
la Sociedad de la Información
nos pone al día durante 24 horas?
¿De verdad somos tan frágiles?,
¿tan simples? Mi respeto a todos
los muertos por estas barbaridades humanas;
les pido perdón por mi pasotismo
colaborador, les pido perdón
por no haberles dejado vivir.
Se
ha editado un doble CD en recuerdo a
las personas a quienes les arrebataron
su vida el 11 de marzo de 2004. El título
es de por sí frío y artificial:
"No os olvidamos"; de los
que saben conseguir la lágrima
fácil pero, eso sí, muy
comercial. Cuatro días antes
tuvo lugar su presentación ante
la Prensa en un céntrico foro
cultural madrileño. El objetivo
de este proyecto es loable: todos los
beneficios que genere este disco doble
irán destinados a la Fundación
Víctimas del Terrorismo. ¿Se
solidarizará el top manta con
esta causa y no lo venderá en
sus vitrinas ambulantes? Muchas personas
que murieron aquel día eran inmigrantes,
sin papeles, ilegales, como dicen algunos.
La pescadilla que se muerde la cola.
No me hablen de solidaridad con la edición
de discos especiales "formato homenaje
o tributo a los muertos". Está
muy bien que la industria musical se
moje en la sociedad de la que vive aunque...
yo me pregunto ¿por qué
no se editan discos en memoria de los
trabajadores que diariamente mueren
en el tajo por ganarse el pan en condiciones
infrahumanas, con contratos basura,
malviviendo para poder pagar el alquiler?
Cuando ellos mueren nadie les recuerda
excepto su familia. ¿Qué
tal editar un CD, no hace falta que
sea un disco doble en formato digipack,
recordando a los presos de Guantánamo?;
¿y para esa Iglesia que deja
morir de SIDA en África sin permitir
un condón?; ¿por qué
no uno por las vacunas que nunca llegarán
a los lejanos bebés?... ¡Claro
que unas masacres se contemplan con
más impunidad que otras!
Trasladar la masacre del 11 de marzo
al formato musical no me convence. Estoy
en contra de esa política de
imagen que no ayuda a hacer más
llevadera la situación que están
pasando quienes perdieron a un familiar
o un a amigo aquel día.
Mira la carátula. No estoy de
acuerdo con este tipo de recopilaciones
viendo quienes integran este trabajo.
Me parece sospechoso que de los 31 artistas
que aparecen en el doble CD, muy pocos
son jóvenes voces. Los de siempre
aparecen para lo de siempre.
Tampoco se ha apostado por ningún
nuevo talento musical ¿será
que la música española
carece de savia fresca? No me sirve
la excusa de la escasa repercusión
"comercial" que tendría
un disco grabado por figuras poco conocidas,
aunque buenas. Partiendo de la premisa
de calidad, si la gente está
concienciada de la causa que envuelve
el disco, y es solidaria al 100 %, daría
igual el artista apareciera en el disco.
Lo que se compraría no sería
el elenco del disco, sino la intención
de quienes lo han grabado. Por contra,
hoy, si el trabajo no va acompañado
de ventas aseguradas, no vale. En nuestro
mundo de marcas y espectáculo,
los nombres conocidos venden. Las ventas
van para una causa justa y hay que asegurarlas,
me parece inteligente. Entonces, entiendo
que si el disco no se vende en un gran
porcentaje no tenemos una moral adulta
sino adulterada. ¿A más
ventas, somos más solidarios?...
Apostar
por nuevas figuras no es lanzarse al
vacío para estrellarse contra
el asfalto, es cuestión de creer
en tus artistas y en los consumidores
de tu música. Ojalá las
cabezas pensantes de este disco hubiesen
apostado en gran parte por los nuevos
valores, los desconocidos. Los expertos
en marketing discográfico bien
saben presentar a estas figuras cuando
se encuentran inmersas en la promoción.
Como
todos los trabajos homenaje "No
os olvidamos" es un disco extraño
y algo siniestro porque los homenajeados
no lo podrán escuchar. ¿Música
para pensar o algo más? Recordar
a los muertos es sinónimo de
amor y el amor significa luchar para
que la prepotencia del más fuerte
desaparezca en Guantánamo, Palestina, Sierra Leona, Irak o Madrid durante
todo el año.