El espectáculo “Jon Anderson Solo - The Work In Progress Tour” comenzó en 2005. Desde entonces, el líder de YES no ha dejado de agradarnos con su voz y su música. El 22 de noviembre estuvo deleitando al público moscovita dentro de su gira “Jon Anderson European Tour 2007”, dos día después se presentó en Madrid. La salsa Copérnico tuvo el privilegio de albergar a uno de los mayores exponentes del rock sinfónico y alma de la mega banda YES. Música de la mejor.
Vestía impoluto: camisa de hilo larga, estilo zen, a juego con los pantalones. Todo de blanco, como lo viene haciendo Deep Purple en sus últimas actuaciones por España. Pureza y sencillez. Barba de varios días sin arreglar, algunos años más.
La proximidad del artista con el público daba un aire familiar al concierto. Siempre se agradece, la música se saborea mejor cuando los acordes se mastican, no cuando se sienten en la lejanía de un decorado muy bien montado pero frío.
Esta proximidad le hacía más accesible, más como tú y yo. Menos estrella de limusina, intocable casi inalcanzable. El ambiente de recogimiento que se había creado en la sala Copérnico te transportaba al salón de tu casa, junto a tus discos de Anderson, saboreándolos sin prisa. A pesar de sus sesenta y cuatro años, la voz sigue siendo la misma. Cristalina. Su música envolvente y esa voz susurrante atrapan al oyente/espectador en una sensación espacial capaz de traer la paz a tus sentidos. Mejor si cierras los ojos y escuchas.
Su actuación estuvo acompañada de proyecciones que dibujaba un aire psicodélico. Show acústico con poco público asistente. Algo de agradecer, en acústico todos nos sentimos más arropados. Los fallos se convierten en elementos consustanciales del espectáculo. No es el Jon Anderson de la grandiosidad que acompañaba a las producciones de YES. Hay un tiempo y un lugar para todo. Ahora es tiempo del Jon Anderson intimista y recogido.
Se podía respirar sin agobios. Su voz era limpia como siempre. Melódica y diáfana. Su rostro surgía de la nada en las proyecciones visuales que acompañaban a la música. Una imagen casi transparente, como si se tratase de un espíritu. Aparecía en segundo plano, algo difuminada. Música conceptual. Anderson es música e imagen, sonidos que evocan sensaciones. Palabras que te transportan a islas donde la vegetación forma parte del cielo, las palabras sobran y las ideas fluyen. Transmiten sentimientos. El público se encontraba hipnotizado por su música. Él no hizo nada especial: sólo cantar como sabe, con alma. Nos dejó boquiabiertos por su sencillez.
Los acordes de guitarra en un set acústico sin acompañamiento se sucedían. Sonido perfecto, escenario austero, oscuro y sobrio. Sin ornamentación. La estética de algunas proyecciones era enigmática: la pirámide azulada en tres dimensiones, figuras triangulares. Recordaba en parte al concierto que Roger Waters ofreció en Barcelona siete meses antes durante su gira “The Dark Side Of The Moon 2007”.
El diálogo con el público fue un elemento básico durante toda la interpretación. Se sentía cómodo porque sabía que la gente también lo estaba. Siempre daba una breve explicación de las canciones a modo de intro. Otro gesto a tener en consideración. A pesar de este esfuerzo comunicativo, si no conocías las canciones, resultaba difícil disfrutar a tope del concierto o adivinar su sentido. Podía parecer un poco frío. Pero gustaba, era lo importante. Suena “I’ll find my way home”. Era un recuerdo al proyecto Jon&Vangelis y su segunda colaboración en el álbum “The Friends of Mr. Cairo” de 1981. Ana Belén hizo una versión en castellano del mismo del tema bajo el título “Cada mañana a las seis”, perteneciente a “Geminis” (1996). nzos: cara de niño distraído, tímido, y genial. No hubo nada que objetar en su trabajo musical silencioso.
El montaje fotográfico de paisajes continúa como apoyo a las canciones: ciudades costeras mediterráneas. Su música es muy visual. Lugares de ensueño donde se recoge esa Naturaleza que estamos perdiendo. ¿Debería volver el hombre a sus raíces? ¿Qué estamos haciendo con nuestro entorno? Puede ser el mensaje.
También hubo una parte dedicada a YES. Se hizo un breve recorrido por la discografía más significativa del grupo. Los arreglos de sintetizador estaban grabados. Rojos y amarillos vivos. Vitalidad. Idea de fuego, una anaconda con alas. Selva amazónica.
El público rompió en un solo canto con “Give Peace a Chance”. Homenaje a John Lennon. La voz de Anderson y lo que representa la letra de Lennon concentradas en una sala, ¿qué más se puede pedir? Fue uno de lo instantes más emotivos de un concierto que se había ganado ese adjetivo desde el principio. El aire reconciliador continua con “This Is (The Buddha Song)”, del álbum “Binaural in Boston”, 2005. Los sonidos de sintetizador eclipsaban un poco su voz. Este es el Jon Anderson pacifista.
“I wanna thank you, Buddah
for being my teacher
I wanna thank you Jesus
for bringing his love
I wanna thank Mohamed for being my prophet
and singing the Christna from Heaven above”.
¿Quién tiene la respuesta? Proyecciones de iconos religiosos. Sigue "Owner Of A Lonely Heart", "90125", del año 1983, escrita por Trevor Rabin. Algo apagado. En los acordes de “Self Comunication” suena un móvil entre el público. No estaba preparado. Risas. Se suceden las imágenes de otras galaxias, cósmica, de mundo aperturista. El silencio con el que el público seguía cada canción se veía roto por el ruido que hacían los vasos en la barra del bar. Jon Anderson vuelve a la guitarra con “Sweet Dreams”. Hemos podido escuchar a un músico que, además de componer grandes canciones, posee una voz que no precisa de instrumentos para defenderse en el escenario. Acabó el concierto con “State Of Independence”, del álbum homónimo editado el 11 de julio de 2005. Escribió esta canción en el estudio de París de una manera espontánea. Seguirá siempre independiente a pesar del recuerdo de YES y la colaboración con Vangelis.