La
estela de Pink Floyd ha dado brillo
al contaminado cielo de Barcelona. Roger
Waters ha cerrado el círculo
que comenzó en mayo de 2002,
dentro de su gira "In The Flesh
World Tour 2002", en la que presentó
"Flickering Flame - The Solo Years,
Volume 1". Cinco años después,
Roger Waters se enfrentó a la
historia en el montaje "The Dark
Side Of The Moon Live". En esta
ocasión, además de recordar
sus temas de Pink Floyd, interpretó
al completo la pieza "The Dark
Side Of The Moon", un disco que
ha alcanzado los 23 millones de copias
vendidas. La música de Waters,
a parte de su interés sonoro,
es todo un espectáculo. Fue una
noche llena de magia, esplendor y muchos
recuerdos.
El Palau Sant Jordi se encontraba abarrotado.
Para entender el verdadero significado
de este ambiente era necesario disfrutar
del concierto desde el gallinero. Saborear
el sudor y las emociones de la multitud.
El público asistente estaba impregnado
de una misma sensación, el recuerdo
de Pink Floyd. El líquido amniótico
que mantenía viva a la gente
en un útero muy especial.
Eliminando adjetivos, entre otra cosas
porque no los necesita, Roger Waters
se mostró como el alma mater
de una banda histórica en la
música del rock progresivo. Es
muy criticable el hecho de que, una
vez conquistada la fama y sin grupo
al que agarrarse, Waters se dedique
a
pasear por todo el mundo las canciones
que le convirtieron junto a Pink Floyd
en una mega estrella musical.
Roger Waters dio por cerrada su etapa
con Pink Floyd en diciembre de 1985
tras una disputa con Gilmour por cuestiones
más mercantiles que musicales.
Gran parte de las canciones interpretados
en el concierto eran de su autoría
o creadas junto a David Gilmour. A parte
de las disquisiciones legales, la música
de Roger Waters no se ha visto alterada
con el paso del tiempo a pesar de las
remasterizaciones que han exigido las
nuevas ediciones digitales del trabajo.
La suya ha sido toda una vida dedicada
a la música. Después de
Nicholas Berkeley "Nick" Mason
y Roger Keith Barrett (alias Syd Barret),
Waters representa el espíritu
de una música sinfónica
que puede pecar de cierta megalomanía,
pero nunca de vanidad. Su música
es alucinógena y alucinante.
La grandiosidad del talento de Waters
se ve reflejado en canciones como "A
Saucerful Of Secrets", "Set
The Controls For The Heart Of The Sun"
(Ummagumma, 1969), "Sheep"
(Animals, 1977), "The Post War
Dream" (The Final Cut ,1983) "Eclipse"
(The Dark Side Of The Moon, 1973) o
"Welcome To The Machine" (Wish
You were here, 1975) ¿Sólo
canciones o grandes obras épicas?...
De todas ellas, y muchas más,
dio buen repaso en su gira "World
Tour 2007". Una gira que ha ido
desde el Madison Square Garden hasta
China o Amsterdam, pasando por Barcelona.
El
concierto de Barcelona se presentó
con un "In The Flesh?" algo
modificado, cuyos acordes de guitarra
hacen su música más universal.
Psicodelia y explosión que abría
el álbum doble "The Wall",
psicodelia y emoción que llenaron
de nostalgia el Palau Sant Jordi. Este
comienzo fue apoteósico y la
continuación con "Mother"
calmó en cierta medida el ambiente
ya encendido. El público no dejó
de tararear la canción, Waters
debía de sentirse orgulloso de
tener una audiencia tan entregada como
el que allí se había reunido.
Otro de los elementos que dieron sabor
al concierto fue el despliegue de tecnología
sonora y visual que derrochó.
Los conciertos de Roger Waters utilizan
elaboradas vídeo-proyecciones
de gran escala, una puesta en escena
muy teatral y una serie de efectos especiales
para subrayar y acentuar el poder de
la música. Toda ello origina
un sonido envolvente en 360 grados que
usa las últimas innovaciones
tecnológicas. Música e
imagen hicieron del concierto un arma
de protesta contra la guerra, los convencionalismo,
el poder del dinero y el abuso de poder.
La tecnología en ningún
momento eclipsó el espíritu
de su música. Su música
es muy visual.
El
recuerdo a Syd Barrett, fallecido en 2006, llegó
con "Shine on you crazy
diamond", canción en la
cual el concierto tomó un cariz
más metafísico. La muerte
y su espiritualidad se materializaron
en el rostro de Syd. Sus imágenes
salieron
proyectadas sobre un pantalla gigante
en tonos anaranjados, alucinógenos,
como si de hologramas se trataran. Su
mirada era inquisitorial y penetrante.
Silenciosa y elocuente. Las proyecciones,
acusadoras, se iban superponiendo lentamente,
tenían la fuerza de una persona
que había consumido su vida sin
conocer barreras, la guitarra de Waters
puso las palabras. Su rostro y la música
de "Shine on you crazy diamond"
desprendían un enorme sensación
de vacío, de lo poco que somos.
Fue un golpe de efecto hacia los más
nostálgicos. Los temas "Wish
You Were here" y "Have a cigar"
continuaron con este aire filosófico,
en al onda de los primeros Pink Floyd.
El concierto fue construyendo un hilo
conductor en el que las reflexiones
vitales acompañaron a la música,
enriqueciendo el contenido del show.
Roger Waters se comportó como
un elemento más del atrezzo escénico,
lo cual le honra. En ningún momento
se mostró superior al elenco
de profesionales que le arropaban, entre
otras cosas porque sin ellos Waters
no sería el mismo. Los genios
también necesitan ser ayudados
para desarrollar su genialidad. Si letra
y música del ex Pink Floyd son
una explosión de psicodelia,
en ocasiones neurosis, el montaje visual
del concierto mostraba ciudades vacías,
mucho hormigón y mucha tecnología
pero nada de comunicación. Es
una forma de denunciar el aislacionismo
que el hombre del siglo XXI ha ido construyendo.
En el fondo nos sentimos solos, aislados,
sin conectividad. Imágenes globalizantes,
ciudades modernas y solitarias .Nihilismo.
La música de Waters hacía
más apabullante ese vacío.
El ambiente sideral vino de la mano
de "A perfect sense", en el
que un astronauta sobrevoló el
pabellón. Por un momento salió
de la nada la figura surrealista de
Stanley
Kubrick y su película "2001:
una odisea del espacio". Las imágenes
astrales de la Tierra y la Luna estuvieron
muy presentes en el escenario, ésta
última como referente del concierto.
Imágenes que mostraban a una
Tierra caótica, denunciando su
muerte paulatina. La música de
Roger Waters se encargó de recordarnos
las atrocidades que se están
cometiendo contra ella, cómo
estamos abusando de su paciencia. ¿Nos
valdrá de algo?... En más
de una ocasión la figura de Waters
y su guitarra aparecía sola ante
la inmensidad del universo, lo que nos
hace reflexionar a cerca de lo minúsculos
que somos. Era una representación
kafkiana de nuestra vida. En el fondo
escenificaba que no somos nada, independientemente
de nuestras creencias. Nietzsche, Kafka
y Beethoven se dieron cita en el Palau
Sant Jordi.
El
descontento político de Roger
Waters se vio de una forma muy clara
en "Southampton Dock" y "The
Fltecher memorial home" ("The
final cut"), sendos alegatos anti
belicistas. Una forma de restregarnos
las vergüenzas propias y la sinrazón
que nos apodera. Un ¡basta
ya de tanta locura! Una manifestación
anti-sistema en la que no hizo falta
presencia policial. La repulsa a la
guerra que describe el vídeo
de "The Final Cut" fue la
denuncia más personal de todo
el concierto, con el recuerdo a un padre
que no pudo conocer por una contienda
bastarda, como cualquier contienda.
En un intento de acercase más
al público, narró su experiencia
como autoestopista a los 17 (1961) en
el Líbano, de donde quedó
asombrado por la hospitalidad de sus
gentes. "Leaving Beirut" fue
un tema dedicado a esas personas. La
canción estuvo acompañada
de unos dibujos animados de fondo que
iban ilustrando la letra a modo de sketch.
Viñetas en blanco y negro par
darla un aire más trágico
y sombrío. La crítica
directa a Bush se vio patente en la
frase oh George, oh George,
That Texas Education Must Have Fucked
You up when You Were Very Small.
Somos un sombra de nuestros actos.
El Waters políticamente incorrecto
siguió reflejándose en
"Sheep" (del LP "Animals",
1977) ambientada en la fábrica
de Battersea Power Station, en Londres,
mientras el cerdo ""Algie",
el mismo que aparece en la carátula
del disco, recorre el techo del Palau
Sant Jordi tatuado con frases tipo:
"Sometimes Democracy must be bathed"
"Blood"
"Death Solves everything"
"Religions divide us"
"Kafka rules OK"
"Nearly a laugh but really a dry"
"Pig Bush"
Verdades como puños.
La
segunda parte del concierto estuvo dedicada
casi íntegramente a "The Dark Side Of The Moon", cuando
la noche ya había cubierto la
Ciudad Condal. Comenzó con "Speak
To Me", otra referencia a la soledad
del hombre actual y su necesidad de
comunicación. A partir de este
momento, Waters se queda en segundo
plano, dejando el peso vocal a John
Carin y Dave Kilminster. En "Money" era evidente la
referencia al consumismo y al dinero,
elementos sin los cuales la vida de
muchas persona dejaría de tener
sentido. Este agobio tuvo su descanso
con "Time", donde el tiempo
se presenta como otra de las grandes
preocupaciones del ser humano. El sonido
y textos críticos de la primer
parte fueron menos amargos y máspreciosistas,
para perderse en ambientes más
psicodélicos. La música
estaba ambientada con espectaculares
juegos luminosos. La ejecución
de "The Dark Side Of The Moon"
fue clavada a la original sin observar
la introducción de elementos
innovadores en su música. Los
bises legaron con piezas de "The
Wall", un trabajo más
testimonial que conceptual. La última
vez que se tocaron los temas íntegros
del álbum fue en 1990 para conmemorar
la caída del Muro de Berlín.
Ni un fallo, todo milimetrado. Junto
a Quadophenia y Tommy, The Wall se puede
considerar como la tercera gran ópera
rock de la historia.
Hemos asistido a un concierto generoso
incluso en su duración, casi
tres horas, bises incluidos. La dimensión
espacio-tiempo se ha superado, como
cuando Charles Elwood Yeager rompió
por primera vez la barrera
del sonido el 14 de octubre de 1947.
En el Palau no había gravedad,
Waters hizo flotar a la multitud que
disfrutó de su música
en una nube de color.
La singularidad de este concierto, y
toda la música de Waters, reside
en el aire operístico de sus
composiciones desde "The Piper
at the Gates of Dawn", pasando
por "Animals",
"The Final Cut", "The
Dark Side Of The Moon", o "Ça
Ira", la ópera
que ha terminado después de 16
años de composición.
El concierto fue sobresaliente y la
música de Roger Waters eclipsó
cualquier recuerdo hacia el resto de
los miembros de Pink Floyd. Para los
más románticos, se puede
decir que virtualmente todos estaban
allí, porque Pink Floyd es más
que un grupo: es un acorde, un sonido,
una época, una manera de interpretar
música.
El concierto de Roger Waters significó
un repaso a la historia de Pink
Floyd, que es como hablar de la
historia el rock sinfónico.
Roger Waters fue Roger Waters para muchos. Para otros,
el recuerdo de su etapa con Pink Floyd.
Para todos, un genio. ¿El círculo
se ha cerrado?, ¿conseguirá
Waters la cuadratura del círculo?