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Histórico

 


E.T.
(Michael Jackson vuelve a escena)

J. G.
(Madrid, España)

Michael Jackson

Ni “Saturday Night Live”, ni el show obeso de Ophra Winfrey, ni el análisis refinado de Larry King se cuestionan el populismo emergente de Obama entre la clase trabajadora norteamericana.
La pregunta que acapara sus audímetros mentales es otra: ¿vuelve E.T.? No es una alusión al personaje de Spielberg sino al duende piterpanesco que ha inmortalizado canciones como “Bad”, Billie Jean”, “We Are The World” o “Thriller”. Es Michael Jackson, el pequeño de los Jackson 5, el prodigio de los zapatos de oro y pelvis cuasi pornográfica sobre el escenario. Un mutante de cara inocente que en sus letras llama sucia a Diana, una puta que se lo monta con hombres famosos.

La que ha organizado el muchachito de Neverland al comunicar, con la ayuda de Twitter, su regreso a los escenarios. Una vuelta que, desde la primera palabra, sonó a despedida. Sus cambios metafisiológicos, sus excentricidades de personaje inmaduro, sus cincuenta tacos, han hecho que la jubilación llame a las puertas del antaño Rey del Rock. Es hora de sopitas calientes y babuchas de oro acolchado en una residencia de las Bahamas o junto a su amigo, Hamad ibn Isa Al Khalifah, el rey de Bahréin.

Los canales de comunicación 2.0 sirvieron de caja tonta para anunciarlo en una rueda de prensa con las puertas abiertas para sus fans a muerte. Bondades de la tecnología. Después de permanecer más de una hora confiando en la banda ancha, me hundí en la frustración por no ver ni escuchar al ídolo. Casi me ahogo en el estrés al tener que enterrar mi gozo en un pozo. El interés por Jako en los medios de comunicación se disparó, el morbo erizó una vez más la piel de muchos.

El O2 Arena londinense sirvió para comunicar que Jako volverá a brillar en una serie de mega-actuaciones que comenzarán el 8 de julio. Su nombre, de evocación galáctica, como a él le gusta, sugiere burbujas, oxígeno, un ambiente cómodo para el artista, condicionado por la obsesiva asepsia que siempre le ha perseguido: ¿esa misma que le distancia de los mortales? Él es así.

Su figura no pasará desapercibida en uno de los templos musicales de la ciudad del Támesis, regentado por AEG Entertainment, la promotora que se ha encargado de negociar el suculento contrato con el asteroide del vinilo. Hablamos de un entramado empresarial dueño, entre otras opciones de ocio, de Los Ángeles Galaxy, el club de fútbol profesional estadounidense en el que juega David Beckham.

Se especula que en la promotora se han atado con exactitud británica todos los cabos antes del sí definitivo, buscando pruebas que garantizaran la buena salud del cantante, quien fue fotografiado en Las Vegas en un estado físico preocupante. En el mundo del papel cuché a esto se le llama “ejercer de paparazzi”, en la alta política: “desatar la crisis de los espías”.

El hecho de que haya dado la cara en Inglaterra, y que estos conciertos se programen en Londres, no es casualidad, ya que no se lleva muy bien con el público americano después de sus affairs con la presunta pederastia; los del tío Sam serían capaces de boicotearle la actuación. Jako levanta pasiones entre los londinenses, con quien se siente cómodo para anunciar sus visiones siempre megalómanas.
Ha anunciado una retirada a lo grande. No hay nada cerrado: se habla de diez conciertos, de veinte, incluso se llegan a barajar los cincuenta, como su edad. ¿Se propondrá batir los veinte que hizo Prince en esa misma sala el 2007, todos con el cartel de “sold-out”? Una curiosidad más para su extenso anecdotario y que siempre estaríamos condenados a recordar.

Las oportunidades comerciales anexas al evento en sí ya están maquinándose, según un alto representante de la promotora, que prevé el típico DVD oficial de los conciertos. El Michael Jackson de las causas benéficas se ha acabado, su música ya no hace donaciones filantrópicas, no hay flashes solidarios con el Tercer Mundo. Los problemas de liquidez son el principal motivo que le han llevado a realizar esta serie de conciertos antes que ir de bolo en bolo por Las Vegas. Estamos en el mercado libre, pero es insultante que cobre más de ciento doce millones de euros por ellos.

El escritor Juan Bolea publicó en 2001 “El Manager”, con Michael Jackson como reclamo para realizar el concierto del fin de siglo. Es una trama grotesca donde se destapan las oscuras tinieblas del mundo discográfico: describe lo que un gran nombre como el de Jako mueve. Sus excesos y sus excentricidades han acabado por devorarle, hasta que su equipo de marketing de un nuevo giro al boceto que actual.

Sería injusto silenciar sus más de setecientos cincuenta millones de discos vendidos; el haber ganado trece premios Grammy; la existencia de ”Thriller”, el álbum más vendido de todos los tiempos. Es un dios para un regimiento de fieles poperos y el enemigo de otra inmensa mayoría más alternativa: luego dicen los de la Iglesia que se está perdiendo la Fe.

El ídolo musical, desde que pisó la alfombra del éxito, se ha convertido en una máquina de hacer dinero, un pelele del merchandising, una marca registrada viva después de muerta, ahora agobiada por la deudas. A pesar de ello, más de un cantante del suburbano madrileño se subiría a su carro de la fama. Sus adeudos supuestamente superan ese contrato millonario con AEG, algo que hace sospechar que estos problemas económicos han movido a sus asesores de imagen financiera a amañarlo todo: “los fans pagarán sus deudas”.
Si es que ya lo dicen los catalanes: “la pela...”. Le recordaremos estrella en el escenario como parte del collage visual; demacrado y enclenqe, enfundado en un disfraz de fantasía y niñez atormentada; místico e impreciso a la hora de hablar sobre su vida.

El Rey del Pop es dueño de identidades enmascaradas, un ser de otro mundo. Un E.T.

 

 

J. G.

La revista Photomusik no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores expuestas en esta sección.
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