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ADORAR A UNA ESTATUA
(Michael Jackson ha muerto. 26 de junio de 2009)

J. G.
(Madrid, España)

Michael Jackson

Michael Jackson es el cantante que ostenta el récord de reproducciones en cera, tras la reina Isabel II. En España tenemos una. El fallecimiento del artista ha hecho que el Museo de Cera de Madrid la saque del recinto habitual, oliente a alcanfor de la historia congelada a través de sus personajes. La figura quieta sale de su mundo silencioso a la vida real, igual de turístico.

Así lo exige la muerte del Rey del Pop. Hay que venerarlo de alguna forma. El aséptico Bel-Air llora a Michael Jackson en la proximidad. La madrileña Plaza de Colón se ha sumado a la solidaridad mundial exhibiendo a la representación de Jackson fuera del museo. Michael, te ha tocado mostrarte a cara perro ante tus admiradores, sin rituales ceremoniosos. Por una vez vienes a ellos, no van ellos hacia ti.

La figura de cera, arropada por unos ramos funerarios y las dedicatorias de los fans, despertó un ambiente deprimente, de cómic barato. ¿Y si no representara a Jako, sino a Chiquito de la Calzada?... Se fue creando un Salón de la fama plebeyo. Todos querían inmortalizar el instante con el móvil. Se deshacían en ganas internas por tener una foto con Michael Jackson para luego decorar el salvapantallas del PC. La gente se retrataba junto a la estatua en una compañía surrealista. Jackson permanecía igual de inmóvil que la Guardia Real que custodia la entrada del Palacio de Buckingham.

¿Es necesaria tanta parafernalia? Minimalismo rococó. Algunos se paraban escépticos ante una figura que sonreía con doble ironía: la de la muerte certificada hace escasas horas y la de la materia plástica con que estaba modelada. Sus gafas oscuras eran una máscara irreverente del Jackson genuino. Los viandantes parecían ser objetivo de la cámara oculta: adoptaban poses que intentaban despertar su curiosidad intelectual. Estaban ante un Homo Erectus disfrazado de roquero, una momia de relevante interés socio histórico.

Sobre todo mujeres se acercaban a comprobar con más detalle los rasgos de sus facciones perfectas: rectilíneas, dermatológicamente trabajadas. ¡Cómo lo habrán conseguido... Mi cirujano plástico no lo hace tan bien! El silencio estático de la efigie sólo era respetado por los creyentes de Jackson. Algunas velas alimentaban su luz, físicamente apagada.

Un perrillo se preguntaba con curiosidad canina qué hacía allí, fiel, mirando fijamente a su dueña. Ella tenía la mirada en otro mundo, no estaba para cuestiones terrenales. Veía, con una mente concentrada en el recuerdo de una pérdida irrecuperable, a Michael Jackson en 3D; el perro no. Éste más de una vez habrá cazado mariposas al ritmo de “Beat it”, “Billy Jean”. Se habrá rascado las pulgas con “Dirty Diana”, formato mp3, mientras su dueña se daba el morreo del siglo en el campus de la universidad. El chucho se muere de aburrimiento.

Se mascaba un silencio dubitativo entre quienes no se habían enterado de la noticia, en su mayoría jubilados, o parecían no conocer al gañán que concentraba tanta espectación. Jako seguía sonriendo mientras el traca traca machacón del simulador de Realidad Virtual X Fuerza 10 taladraba sus oídos. Parecía estar contento sintiendo la compañía del juguete interplanetario, reviviendo su época de Moonwalker.
La muestra de respeto y dolor no decayó. Un padre acompaña a su hijo, sujetándole los hombros, a encender la vela respetuosa: como cuando enterraron a su pequinés Poppy en el jardín. ¡Qué padrazo! Se retiraron y el silencio se prolongó en la distancia. Cariño escondido en una mueca de dolor transgénico. Una parte de sus vidas ha muerto y duele aceptarlo demostrando su fortaleza. Falta el solo de trompeta de Daniel Butterfield, “Day Is Done”. Ejemplificador. Las velas que rodeaban la presencia taxidermizada de Jako cobraron vida de una en una ordenadamente. De repente, una chica con iniciativa propia, decidió encender todas, convirtiéndoselo en portavoz de los que faltaban por llegar. La estela dejada por Jako se iluminó un poco más.

Fue el rey de la extravagancia hasta en el día de su muerte. Mientras sonaban su temas más conocidos, se formó un corro convertido en discoteca improvisada, donde se exhibían los hijos del astro americano. Le daban la espalda. El tótem de Michael Jackson seguía riéndose de los simples mortales. La conmoción inicial se dispersó a las puertas del Museo de Cera.

 

 

J. G.

La revista Photomusik no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores expuestas en esta sección.
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