Los sondeos dan un impulso fulgurante al partido de Santiago Abascal. España no puede ser una isla dentro de Europa y el avance de los ultranacionalismos la convierte en terreno abonado para su cultivo orgánico. El paro, el descontento y el hastío nos arrojan al precipicio de la irracionalidad. Vox, con discursos apocalípticos desconocedores de la evolución humana, se ha estancado en el paso del mono al hombre. Son primates involucionistas que han impuesto el paso del cangrejo como fenómeno viral dentro de una sociedad confundida. El desencanto manipulado, con apoyo de la violencia racista, les ha sacado del armario. Los acólitos a la voz de su amo (la sombra que mueve a Abascal) no es que piensen con ira sino que desconocen el significado de ese verbo. El raciocinio, para ellos, es un laberinto unívoco dirigido por la fuerza del destino patriótico que canta a la muerte antes que a la vida (como hacía Millán Astray en Mientras dure la guerra). Unamuno, tras sufrir la decepción de la República, se topó con el muro de la intolerancia histórica acaudillada por el golpismo franquista.

¿Ésta será la cuarta vez que los españoles son llamados a las urnas en cuatro años? ¿Acaso no es para hartarse? Entiendo que muchos cabreos se hayan lanzado al abrazo vacío del fascismo de Vox. ¿Serán conscientes de su entrega al mordisco de Saturno? Jamás entenderé la fecundidad de un semental tan minúsculo. Parte de este crecimiento se debe a quienes no han cumplido lo que prometieron, a quienes han sido incapaces de limar asperezas y recortar distancias, a quienes lanzándose a las calles, invadiendo plazas y paralizando el tejido social, se han vendido a las sábanas del poder. Entiendo que los que tradicionalmente han vivido de las rentas del poder no se quieran apear del carro pero me sonroja que quienes, en su días dorados, se dejaron la piel y la gañote entre citas de Marx u Obama, ahora sean más gatopardos que el príncipe Fabrizio Salina.

Las arengas de Santiago Abascal, cachorro del PP, llenas de errores y mentiras, son para tomarlas en serio. Si se proclama tercera fuerza política, como se pronostica, estará más en el punto de mira del ciudadano. Si Vox es aupado democráticamente, la sensatez debe levantar una empalizada fuerte que le impida campar como un Cid machito. El partido bisagra puede ser la ultraderecha pero no olvidemos el fascismo de izquierda que promete para olvidar o ese centro moderado que no está centrado ni se caracteriza por su moderación. No me asusta que Vox escale escaños, es más preocupante que se acepte con resignación cristiana en vez de presentarle batalla. Una pelea basada en la justicia, la vigilancia de los derechos humanos, el castigo a los machistas y xenófobos, a quienes se lucran con la inmigración convirtiéndola en sintagma ilegal, a corruptos, a los escándalos inmobiliarios de una arquitecta metida en política que confunde suelo industrial con habitable. Sólo recordar a Rocío Monasterio que la genética patria cuenta con un violador de Lavapiés, un violador de la mochila negra o manadas abusadoras. En vez de expulsarlos del país, debido a su ADN español, les cortamos los dídimos y todo resuelto. Si la Democracia aúpa a Vox lo hará en libertad; entonces deberíamos pensar el porqué de su ascenso, quién lo ha encumbrado y cómo hemos llegado a esto. Nada de lo que haga nos pillará desprevenidos a no ser para bien. Resiliencia.

Vox inquieta pero que el desentendimiento político lleve a una repetición electoral, nos pone al borde del abismo. Vox no me preocupa, me asustan sus apoyos, los votantes desencantados y la hoguera de su ignorancia. Vox no me da miedo, me asusta un ideario en el que dar caza al inmigrante, a la persona diferente por su raza y religión sea primordial antes que atajar la crisis económica y moral. Una crisis que se ha convertido en intergeneracional.