El paso de la adolescencia a la madurez es, en todas las culturas, un rito iniciático que debe ser justificado de algún modo. Los entornos patriarcales han convertido una experiencia irrepetible, y de goce individual, en justificante del orgullo paternalista. Contra más herméticas sean en sus costumbres, el tribalismo incrementa la intensidad lesiva. El componente grupal incrementa la solidez de una aberración mantenida por el peso de las costumbres que anulan al individuo basado en el acatamiento de ceremonias ancestrales. John Trengove focaliza sus energías en la denuncia de imposiciones arcaicas como la ukwaluka, convertida en tributo a una hombría recibida con entrega colectiva. Sudáfrica todavía esconde la homosexualidad bajo el barniz varonil que borra cualquier sospecha de amaneramiento sensual. El amor entre los hombres, y su deseo carnal, son despreciados, perseguidos y castigados por un país con tradición en atropellar los derechos humanos, marcado por el hierro caliente del apartheid. |
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La soledad de Xolani (Nakhane Touré), un personaje con la mirada tan indolente como reveladora, esconde temor y silencio mientras respeta, desde la distancia cautelosa, prácticas que él abomina pero que no duda en secundar. Su complejidad es el núcleo de un documento amargo y real, cáustico, incómodo y que no admite comparaciones con películas en las que la atracción homosexual, amparada por un éxito comercial relevante, capitaliza el interés. Participa de un círculo cerrado por el integrismo que castiga la libertad sexual. Es frialdad expresiva y pasión durante encuentros furtivos, fuerza reprimida, intensidad comedida, sometimiento del iniciado.
La herida (The wound) es un ejemplo de que cuando algo se prohíbe, la intensidad por esquivar esa frontera crece. Es un perro maltratado por censuras absurdas y maltratador al ejercer como monaguillo de las mismas. Un obrero secundario de la circuncisión y principal castrado del amor perseguido.
La actitud inamovible con que los más ancianos, se supone que los más sabios, manejan a la juventud irrita al convertir la juventud en madurez circuncidada. La manipulación genital hace la integración un juego social maldito. Amor y dolor se entregan a una sodomía escondida, ambientada en un monte que por unos días se convierte en capilla del despojo y parafernalia cultural dolorosa. Se supone que este trámite esculpe al hombre verdadero pero sólo derrama sangre en una violación compartida. Xolani forma parte de una manada donde el macho arrasa con prepotencia cultural mientras él se reafirma en la intimidad. Es la doble cara de la hipocresía masculina en el sexo, el abuso y el miedo, las consecuencias de una sociedad intolerante.
A pesar del atractivo argumental que se enfrenta al conflicto, el movimiento excesivo de la cámara en busca de un naturalismo exagerado cansa para perderse, con intención repetitiva, entre las piernas de la ficción documental. |