El fin de la
Segunda Guerra Mundial abrió un futuro herido y esperanzador de venganza entre quienes superaron esta tragedia.
‹‹Bye Bye Germany›› no es un juicio a la Historia sino una fábula sobre la necesidad de alcanzar una meta que olvide el pasado. Tampoco desea pasar página en la conciencia colectiva ni esconder el daño provocado por la maldad nazi. No cae en el tópico de explicitar la sistematización del genocidio judío. Los protagonistas, en vez de mirar al pasado, se abalanzan a conquistar el futuro con ingenio y optimismo. En vez de arremeter contra la moralidad dudosa del ayer amargo, David Berman y sus amigos plantan la semilla de su futuro con una risa ácida de engaño cómico.
La analepsis, como un recurso imprescindible, hace del tiempo el conductor de una trama tan ácida como amable. Las calles de Frankfurt son un campo desolado donde sólo el más listo sobrevive. Las secuelas de la catástrofe alimentan el ingenio de nuevos comerciantes que venden ilusión en forma de trajes para cama. El chiste y el espíritu donjuanesco de Bermann, promotor de este proyecto, no araña las secuelas de una guerra que está apagando sus cenizas. Es el vendedor de medias a domicilio, el mercader que engatusa sin timar para alcanzar un sueño y endulzar el presente oscuro de la mujer alemana. Su visión comercial maneja el engaño pero no puede esquivar la existencia de un pasado oscuro. El colaboracionismo nazi mueve los hilos de un telar que empieza a confeccionar ropajes de dudosa calidad. El poder de la memoria se apodera del presente para convertirse en insomnio. Bermann se las tiene que ver con su vida pasada, despertada por una investigación que va tomando un cariz más romántico que objetivo. La relación entre interrogador e interrogado fotocopia a un
Juicio de Núremberg en pequeño con olor a romance.