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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


NOMBRES PARA LA RESISTENCIA ARMENIA
Encuentro con Robert Guédiguian
proyección de “Una historia de locos”


J. G.
(Madrid, España)

José Antonio Gurriarán y Robert Guédiguian en la Academia de Cine
   
A pesar de haber nacido en Marsella, la sangre que corre por las venas de Robert Guédiguian se solidariza con dos palabras convertidas en términos de moda: éxodo y refugiados. Su vinculación armenia, por línea paterna, le convierte en hijo lejano de los errantes que hoy vagabundean por el suelo europeo, encargados de poblar caminos, rutas alambradas y puertos huracanados. Vástago de la clase trabajadora, Guédiguian se ha criado en la encrucijada de una identidad nacional. Ni armenio, ni francés, ni europeo puro, es una mezcla de licores culturales que aportan lo mejor de su humanidad y oficio a películas tan incómodas como rebeldes. Es ciudadano del mundo, creyente de las causas políticas y ferviente defensor de la justicia humana. Su pertenencia a la clase trabajadora le llevo a ingresar en el Partido Comunista a los 14 años, donde mamó esa necesidad de compromiso obrero que hoy tanto añora. Esta implicación militante hace que el cine de Robert Guédiguian se haya convertido en un arma pacífica enfocada a criticar injusticias políticas, morales e históricas centradas en su segunda patria, Armenia. El inconformismo de este hijo levantisco con el pasado y presente busca la incomodidad política, la lucha abierta contra el negacionismo que el gobierno turco mantiene sobre el genocidio contra el pueblo armenio.
 
Robert Guédiguian no se considera un héroe pero sus películas tienen ese punto heroico del que no pueden separarse. Su cine es un fresco moral de la historia francesa y europea. Escucharle mientras notas su respiración ayuda a conocer de primera mano las necesidades y los motivos que le han convertido en abanderado de un cine acostumbrado a no permanecer en silencio.
En 2015, centenario del genocidio armenio, perpetrado entre 1915 y 1923, también se celebró el centenario del “no” reconocimiento de esta matanza. En los años 80 del siglo XX, la cuestión de la identidad no se trató en Francia, siendo la palabra de moda en los 90 incluso de manera represiva e integrista. Los medios sociales de la era digital han contribuido a expandir una conciencia de aperturismo a través del reconocimiento armenio. Sin embargo, en Turquía está prohibido hablar de ello. Más de un siglo después de la carnicería contra su pueblo ejercida por los Jóvenes Turcos de Enver Pashá, resulta vergonzoso que Ankara siga sin reconocer este asesinato en masa.
Su largometraje más reciente, “Un mundo de locos”, es un parto que culmina la satisfacción de cumplir un deseo guardado en su corazón: incidir sobre el crimen que asesinó entre millón y medio y dos millones de personas. Jugar con un hecho real, como es el atentado sufrido por José Antonio Gurriarán por parte del Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia (ESALA), le ha proporcionado una actitud más realista frente a los acontecimientos. Su experiencia, tratada de forma novelesca, apoya unos hechos basados en la ficción.
El libro “La bomba, un no rotundo a la destrucción y a la muerte y un viva a la vida” se acopla a una adaptación libre de Guédiguian, cuyo espíritu palpita con una intensidad comedida. Cuando el director marsellés escuchó la historia del periodista ovetense, vislumbró un oportunidad única para plasmar esa realidad en una película que convierte a la causa armenia en protagonista activo de la misma. Treinta y siete años después del atentado convertido en casualidad maldita, las secuelas del periodista español son más físicas que mentales. Su serenidad, cultivada en el tiempo, es producto del acercamiento a la mente de verdugos accidentales. Deslumbra el rostro de un hombre que, como buen periodista, necesitó acercarse al porqué de lo ocurrido, alejándose del victimismo traicionero. La búsqueda de culpables y el resarcimiento de viejas heridas permanecen ajenos a la fuerza de sus palabras y la firmeza de una mirada comprensiva.
El realizador francés, junto a la reflexión sobre el exterminio armenio, ha querido tocar otras matanzas similares con su nueva película, partiendo de lo concreto hasta conseguir algo universal. Los últimos años de su filmografía muestran el interés por sus raíces. Quien sabe si la trilogía sobre la tragedia armenia, formada por “Viaje en Armenia”, “El ejército del crimen” y “Una historia de locos” no se convierta en una tetralogía con su nuevo proyecto como productor asociado de AGAT FILMS & Cie.
La cámara de Robert Guédiguian ha pasado por los escenarios conflictivos de una sociedad convulsa, desde los barrios hasta las fábricas. La mala situación que está viviendo el cine actual se salvará cuando las películas se conviertan en vehículos narrativos conducidos por la intriga, la comicidad, las historias conmovedoras, sin pensar sólo en el mérito del tema. Los elementos culturales del cine que rueda Guédiguian luchan por la identidad nacional robada junto a la libertad como derecho universal. Tan campechano como sincero, no quiere convertirse en embajador de la causa armenia silenciada por el gobierno turco sino hacer de su cine el instrumento para que este atropello no quede enterrado por el tiempo, y se entienda como una catástrofe perteneciente a los libros del pasado histórico.
El testimonio de José Antonio Gurriarán y la película de Robert Guédiguian ejemplifican la filosofía del perdón a través del tiempo, movida por el deseo de conocer a las personas. “Una historia de locos” enfrenta violencia física con una experiencia moral muy potente.
“El día que Turquía reconozca el genocidio armenio será un gran día para Armenia y para Turquía.” (Robert Guédiguian)

J. G.


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